miércoles, 12 de septiembre de 2012

Para que aprendan


Esta columna debería titularse Sólo para jóvenes, porque encierra unas recomendaciones que ya los adultos no siguen, por impedírselo su soberbia. 

Las recomendaciones no son mías, son de ese gran pedagogo que tuvimos la fortuna de disfrutarlo como profesor, que enfrentábamos con nuestras ideas su racionalismo alemán, que nos orientó por el camino del conocimiento para nunca abandonarlo, por ser un camino de permanente asombro, algo que ya se ha perdido en las nuevas generaciones. Ese magnífico maestro, que contribuyó a forjar nuestra disciplina mental, fue Albert Hartmann, Rector del Liceo Nacional de Varones de Popayán, entre 1963 y 1972.

Hace unos días, en un programa radial de educadores, citando una frase de un escritor, posiblemente extranjero, se aseguraba que el proceso de comprensión de lectura se aprendía y que el proceso de comprensión auditiva, no.  

Sin embargo, esto último fue lo que nos enseñó el profesor Hartmann.

Quienes fueron sus alumnos, recordarán que en sus clases de Física y Química, no permitía tomar apuntes. Llamaba amanuenses a aquellos estudiantes que sacaban sus cuadernos y se metían en las hojas para escribir todo lo que hablaba, sin mirar al profesor. Por esa rutina de escuchar con atención, cualquier cátedra verbal, sus alumnos adquirimos el placer de aprender con entusiasmo; si algún detalle se nos escapaba, en la reconstrucción escrita, en casa, lo recuperábamos o lo investigábamos. Esa práctica nos permitió usar simultáneamente la atención, la memoria, el raciocinio y la comprensión. Supimos, entonces, cómo era el entrenamiento diario de la reconocida disciplina mental de los alemanes.     

Por eso hoy nos duele que no haya educadores como el profesor Albert Hartmann; nos duele ver a estudiantes en cualquier acto académico, escribiendo sin cesar y, peor, llevando grabadoras o videocámaras –como si fueran periodistas– para captar el contenido de la conferencia, cuando tienen la mejor máquina registradora que existe en la naturaleza para aprender:

El cerebro humano.

En las circunstancias modernas, si se daña el papel, o se extravía el artefacto electrónico, se perdió el contenido de la charla porque atención no hubo y comprensión, menos.

Además –y esto es lo más grave–, el estudiante dilapidó una linda oportunidad de recrearse aprendiendo.

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