Ahora,
cuando nuestro gobierno decide iniciar unos diálogos con la guerrilla, viene
bien recordar el papel de los periodistas y ciudadanos influyentes para que
esos propósitos culminen como todos queremos: con una paz estable.
Los
periodistas hacen bien en informar del proceso y no constituirse en una de las
dos partes; los ciudadanos influyentes, como columnistas de prensa, deben
ubicarse en el momento político para que su interpretación sea correcta y no
tergiversar, ni cuestionar los procedimientos.
Los
anteriores diálogos fracasaron porque fueron muchos los que intervinieron a
favor o en contra, apoyados en intereses particulares que inclinaron al
gobierno hacia una posición extrema, hasta crearse un clima de mano dura e
intransigencia que condujo a la guerrilla a otra posición igualmente extrema.
Ambas actitudes llevaron al rompimiento de los diálogos.
Hace una semana el general norteamericano Stanley McCrystal, asesor del gobierno colombiano en acciones de guerra, hizo una declaración certera que todos, incluidos los políticos, deberían recoger como una recomendación:
“La guerra es
el fracaso de la política”.
En
Colombia ha fracasado la política, por eso estamos en guerra.
Cuando
la política triunfe, estaremos en paz. Aquí hay que entender que los diálogos
que empiezan, los hacen los políticos de lado y lado; tanto los voceros del
gobierno como los de la guerrilla, son políticos. Y se discutirá, en la mesa,
la estructura política de Colombia para orientar a una nueva sociedad que los
incluya a todos. El gobierno planteará una democracia capitalista que hay que
continuar y la guerrilla una democracia socialista. Ambos tienen argumentos
para imponer su estructura y ambos tienen que ceder. A manera de ejemplo, el
Estado debe admitir su fracaso de una política neoliberal que cambió derechos
fundamentales por servicios; política que condujo a un malestar social cada vez
más agudo. No hay, en Colombia, derecho a la salud ni a la educación
garantizados por el Estado, así lo diga la Constitución Nacional.
Si se
alcanza una estructura de Estado que sea amplia, justa y garante de todos los
derechos ciudadanos, la guerrilla no tendría razón de existir y debe
desmovilizarse.
A eso
se debe llegar; por eso la discusión es política. No se trata de desmovilizarse
por prebendas individuales y seguir igual. Ni traicionar a los millones de
muertos que dejó la confrontación.
Ojalá
el periodismo y los ciudadanos influyentes lo tengan claro para que coadyuven
en la transformación de nuestro país en un nuevo Estado, en una nueva sociedad,
en una Colombia en paz.
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