miércoles, 4 de abril de 2012

La cultura del volante


El conductor que es capaz de atropellar a un perro, es capaz de atropellar a un niño.


En Bogotá, hace dos semanas, dos conductores de bus, en competencia por recoger pasajeros, atropellaron a dos niños que infortunadamente fallecieron. Esta es una faceta de lo que es nuestro país: es más importante el valor del dinero que el de la vida. Lo practican desde los dueños poderosos del capital hasta los humildes choferes. Las víctimas siempre son los seres más débiles.


El conductor de vehículo tiene un poder otorgado por el capital. Quien conduce, asume la condición de dueño de la calle y, para hacer respetar esa propiedad, tiene el arma de su vehículo; entre más grande y más fino, mayor derecho y por tanto mayor agresividad. Así lo entienden los choferes de bus y los conductores de carros de alta gama. De ahí que quienes se atraviesen en su calle son estorbos que pueden eliminarse por el temor a la muerte o por la muerte misma.


Pero no vamos a caer en la odiosa situación del señalamiento individual que siempre piden nuestras autoridades para tratar de corregir un problema que es de educación, o de política, si lo analizamos en profundidad.


Podríamos indicar que el problema es de educación porque generalmente los conductores de buses son personas deficientes en instrucción primaria, que son más baratos para las empresas y no reclaman. Los conductores de carros de alta gama generalmente practican ese eufemismo en el que se han criado: Todo se arregla con plata. Unos y otros son ignorantes; unos y otros son potenciales peligros para niños, ancianos, enfermos y animales, los más débiles en una ciudad inculta.


Pero realmente el problema es político y tiene que ver con la sociedad que nos han creado. La nuestra, es una sociedad neoliberal capitalista donde, quien tiene dinero puede educarse; quien no lo tiene, le cabe el derecho de nacer y morir pobre e ignorante.


Cuando empecemos a proteger la vida, incluida la de los animales, habremos dado el primer paso para cambiar el sistema político. Mientras tanto, tendremos que reafirmarnos en lo dicho al principio:


El conductor que es capaz de atropellar a un perro, es capaz de atropellar a un niño.

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