Comencemos
diciendo que la educación que se le da al niño colombiano es la educación que
conduce a la frustración del futuro ciudadano.
El
Ministerio de Educación, y de ahí para abajo, aplica una política donde se
enseña mal, se castiga la iniciativa, se frustra la esencia del infante, que es
su libertad, para acomodarlo a la disciplina engañosamente castrense.
Si
tomamos como ejemplo a los países que tienen un elevado reconocimiento
intelectual, vemos que a los niños les enseñan a hacer cosas por medio de
manualidades, porque en esa primera etapa el niño está descubriendo su entorno
y lo hace con todos los sentidos. Les enseñan a construir con sus manos, a
pintar, a bailar, a cantar, a hablar bien, a escribir manuscritos con buena
letra, a sumar, restar y multiplicar con elementos concretos, como en un
prolongado recreo. Les hacen descubrir la memoria aprendiendo trozos de
literatura en verso y reconociendo la geografía de su patria. Esos países no
permiten que a sus niños les enseñen en computador, ni menos a manejarlo,
tampoco que usen el teléfono móvil. Consideran nocivos los elementos modernos
porque el niño se vuelve un perezoso mental, carente de iniciativa, no descubre
el mundo por sí mismo sino que se lo esconden. Después de los diez años, en
esos países, el niño puede usar aparatos modernos porque se asume que ya ha
aprendido lo elemental y puede pasar a la etapa de la abstracción y el conocimiento
superior.
En
nuestro medio el estudio es, en general, una actividad muy ardua cuando debería
ser placentera. Eso nos lo inculcan desde la niñez y lo llevamos como un fardo
que muy pocos se atreven a descargar. El niño no debe ser sometido, obligado,
sino orientado. Que él busque y encuentre, por sus propios medios, lo que más
lo satisface, la llamada vocación para desarrollar sus talentos que definirán
su futuro.
Muy
poco, por no decir nada, hacen las secretarías de educación, municipal y
departamental, que se han convertido en administradoras de fondos de pagos,
traslados de personal y apoyo logístico y han descuidado la verdadera calidad
de la educación de nuestros niños.
Solo
esperamos que los tiempos cambien, así como los gobernantes, para mejorar.
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