En
las épocas de la gobernación de don Floro Tunubalá, se agudizó el proceso burocrático
hasta volverlo soez.
Un
abogado que no tenía nada de indio –sólo el olor–, nada de negro –ni los ojos–,
estaba adelantando un acuerdo jurídico por una importante deuda bancaria del
mandatario, éste sí indio. Cuando tuvo listo el acuerdo para la firma del
deudor gobernante, se presentó en el edificio de la gobernación del Cauca. Lo
recibieron los recepcionistas, asesores y consejeros en manada y le dieron el
turno para entrevistarse con el gobernador.
El abogado al ver el turno que le asignaron,
atinó a escribir una pequeña nota que deslizó ante la secretaria india, más
próxima al mandatario, que decía:
“Don Floro: Tengo el acuerdo de su pago
con el banco que quería protocolizar hoy, pero como me tocó el turno mil
veintiuno entonces vendré dentro de seis meses”.
Sobra
decir que don Floro mandó a un policía a detener al abogado, antes de que
abandonara las instalaciones, para que ingresara con máxima prioridad al
despacho gubernamental.
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