viernes, 28 de agosto de 2009

César Eduardo Samboní

En un libro de ciencia se leía un epígrafe que es una sentencia: “La ciencia es para los que aprenden, la poesía es para los que saben”. Y Popayán sabe, porque tiene poesía. Y tiene poetas, así hayan nacido en terruños cercanos a los Andes, como pasó con César Eduardo Samboní, escritor de las nuevas generaciones que descubrió este mundo en Bolívar (Cauca), cualquier día del año 1972.

Mas tarde develó su alma en las letras; estudió Literatura y Lengua Española en la Universidad del Cauca, fue cofundador de la revista de poesía Ophelia y de la Fundación de la Palabra, organizadora de los encuentros de poesía en Popayán.

Es posible que el necesario traslado de la cordillera, donde comenzó el trasegar humano, al valle, donde aprendió que las letras tienen alma, le hiciera escribir el

Viaje

Para los elegidos la señal será

el viento soplando en su contra.

Para los llamados al hastío

será la luna

cantando a su oído.

No bastarán los cielos

ni los restos insepultos

para los que viajan

sin pensar en el tiempo,

esa curva honda

que jamás será círculo.

Para viajar, quedarse.

Para la soberbia de mirar

el tiempo en una aguja

de agua,

será

necesario un espejo roto

y, con la paciencia

del buen amante

volver a armar

el rompecabezas

donde se dibuje al fin

la puerta de salida.

Su juventud fue aliciente, antes que obstáculo, para publicar, César Eduardo Samboní, sus primeras obras: Mi alma al desnudo, en 1994; Muerte de luz, en 1995. En 1999, obtuvo una beca de creación literaria del Ministerio de Cultura y del Fondo Mixto de Cultura del Cauca con el libro La indecisa luz y otros poemas. Luego apareció otro volumen de poesía Los caminos del Classerou, en el año 2000; más tarde, Pensamientos de aldea, en 2001; hasta llegar a Bosque adentro, en 2005.

Un poeta recorre los misterios de la vida, entre ellos el amor; César Eduardo Samboní, lo invoca de esta forma:

Invoco la lujuria y el resplandor

de las noches

un talle, una espalda empinada

y unos senos dormidos.

Soy un triste guerrero

ungido por la espada del sueño,

por el sonido y el color del alba.

Entendí el camino secreto para alcanzar tu cuello,

amada, transfórmate en el verbo

y en la esperada cruz.

En las profecías he leído mi destino

y he de aceptarlo con los ojos abiertos,

con la médula hirviente,

con los huesos partidos

y con el corazón desbocado.

Dedicado a la docencia, César Eduardo Samboní, ahora escribe pausado, quitándole poco tiempo a esa intensa labor que genera el salario. Ya vendrán otras obras; hay tiempo para alcanzar la edad ideal de los poetas, mientras tanto asombrémonos junto al escritor, con la vida:

Bajo la lluvia, color y sonido

interminable, me reconozco.

Los rostros del futuro

acuden a la profundidad

de las gotas, dibujándose

sin cansancio en las calles

desiertas.

El olor de la lluvia

-ahora lo entiendo-

es como el murmullo

de los amantes

que sueñan sus sueños

de limpios atardeceres

de palabras atravesadas

por una verdad imposible.

Pero la palabra es una moneda

devaluada –dice ella-

el oro de tus días es mi riqueza

respondo:

perfecta contemplación

de una gota deslizándose

por su cuerpo

hasta otra lluvia del pasado.

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