domingo, 2 de agosto de 2009

Poesía joven

Carlos Illera Benavides

1957 fue un año marcado por las musas para la poesía joven del Cauca. Detrás de los acontecimientos políticos: la caída de la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, el advenimiento del Frente Nacional, el duelo fúnebre que aún persistía por los cerca de seis mil muertos de la explosión de Cali en 1956, había espacio para el nacimiento de nuevos talentos. Entre la nueva generación de poetas payaneses, nacía Carlos Illera Benavides quien permaneció, como toda su vida, de espaldas a la política, porque para él era más trascendente la vida y había que vivirla con intensidad; más trascendental la muerte, y había que afrontarla en solitario.

Carlos Illera Benavides, fue poeta, narrador y cineasta, formado en las disciplinas universitarias de la Literatura y Lengua Española del Alma Mater Caucana.

Su poesía explora la nostalgia y las sombras, que son el misterio de todo humano que se atreve con el arte:

Un diseño de nostalgia

Algo hace falta en estos días cotidianos

en estos corredores coloniales

en estas calles

a pesar del cielo limpio

de las tardes soleadas

y las noches plagadas de estrellas.

Es tu fuego

tu presencia de óleo

y tus manos de aguafuerte.

Por eso el toro triste espera

el toro negro

el toro de las calles

el toro que persigue

el toro de tus sueños

que se quedó en mis calles

en mis corredores

en estos días cotidianos

triste

solo

mirando a lo lejos

tus tardes de acrílico

recordando el fuego

que tanto perseguías.

Ahora hay pura sombra

pura sombra de carboncillo

de bodegón sombrío

de paisaje nocturno.

La obra poética de Carlos Illera Benavides, está recopilada en títulos como Línea de sombra, Libertad amurallada, La pradera alucinada y Manual para la buena muerte, que reúne sus poemas escritos entre 1985 y 1999.

Sus narraciones breves, son poemas en prosa que fustigan nuestro cotidiano devenir en la tragedia. Un ejemplo categórico es su

República de cadáveres

Hoy haré de cuenta que no hay cadáveres en los periódicos, que la radio no pregona ninguna catástrofe, que en la televisión habrá enlatados, fútbol y farándula. Cerraré las puertas, clausuraré las ventanas para no ver los muertos que pasan frente a mi casa mendigando un poco de agua, los ahogados hinchados de melancolía, los ahorcados con sus bufandas de alambre de púas y las manos atadas a la espalda.

Cantaré muy alto, haré ruido, tocaré los tambores para no oír los lamentos, los quejidos de la romería intentando liberarse de las moscas y de la atenta mirada de los buitres.

Cerraré más puertas, clausuraré más ventanas, me pudriré por dentro, pero no veré más muertos vestidos de espanto y de carroña, afuera, en la calle.

Para Carlos Illera Benavides, el lenguaje visual era la extensión de su poesía y con el mismo ímpetu del constructor de frases hizo cine con limitados medios técnicos. Quedaron para las nuevas promesas del arte, para los jóvenes atrevidos con la expresión moderna, sus videos y cortometrajes: Fantasía, Kashshaptú y Occidente.

Pero su lírica lo delata como hombre solitario en medio de la multitud. Es la misma sensación del hombre nuevo que ni a gritos se hace escuchar porque el tumulto es un engranaje de vacíos grotescos y palabras perdidas.

Carlos Illera Benavides lo expresa en su poema

Sadness

Hay veces,

que el teléfono está ocupado,

las puertas están cerradas,

la lluvia pertinaz.

No se encuentra con quien hablar.

Uno quisiera llorar,

pero sólo hay temblor en los labios,

una opresión en el pecho,

una extraña soledad.

Nada sirve de nada,

ni la rosa en el parque

ni la caricia sensual

ni el vino ni el baile

ni un bello rostro en la calle.

Lejos está la ciudad.

Entonces uno se refugia en la lluvia,

se hunde en la oscuridad,

se abraza al frío tenaz.

Carlos Illera Benavides, pasó fugaz por estos parajes de ensueño que él se encargó de exaltar por el lado de las sombras; la belleza oculta siempre es tenebrosa. Para Carlos Illera Benavides, fue mágica la penumbra, inquietante la oscuridad pero no les temía; hasta se atrevió a decir que la muerte es un asunto solitario. Y así, cualquier día de septiembre de 1999, dejó esta vida para comprobar lo que había escrito:

Mientras las luces del espectáculo

se iban apagando

comprendió que para el amor,

la lucha por los ideales,

el sexo, la amistad,

para la vida, había algunas veces,

alguien con quien contar,

pero no para la muerte.

La muerte es un tren de pasajeros

enmascarados y solitarios.

5 comentarios:

Unknown dijo...

wowwwwwwww ESTO ESTA DE LOCURAAAAA

CARLOS ILLERA ERA MI TIO MUCHAS GRACIAS POR TODO ESTO QUE ESCRIBIO.

felipe_illera@hotmail.com

Víctor López Erazo dijo...

Felipe: Gracias por atreverse a entrar a esta página. También admiro la poesía de Carlos.

Víctor López Erazo

carlos pabon grueso dijo...

Carlos fue mi amigo, desde muy temprana edad, en las buenas y en las malas, cada palabra de su poesía tiene una hermenéutica hermética de lo que denomino en su debido época la corriente literaria del pauperismo, saludos a Carlos en la nube de testigos.

Anónimo dijo...

hola soy felipe illera otra vez curiosamente 4 años después vuelvo a entrar a la pagina y leer sobre mi tio. 4 años después de mi ultima visita lo saludo.

Unknown dijo...

Hola. No sabía de los libros de Carlos que se publicaron después de su muerte. Gracias a las personas que publican esta información; par mí leer estos poemas fue un viaje en el tiempo y el impulso que me faltaba para tener el valor de buscar algunas anotaciones desordenadas, de entre mis apuntes de Antropología, y enviarlos para un concurso. La mayor parte de mi trabajo inspirada en esa maravillosa ciudad que caminé sin tregua y el dolor de haber perdido no sólo a un gran amigo, sino a quien fuera mi maestro en esto de la poesía. Me permito adelantarles un fragmento.
...
Lobo solitario
te echaste a andar por el tiempo
como si por la tierra
los caminos no te alcanzaran
Omayra.