Antes le decían neurasténico a un tipo que cambiaba
súbitamente de comportamiento ante las demás personas, ahora lo identifican
como bipolar.
Cosas del progreso.
En Colombia hemos tenido mandatarios bipolares que se
tiraron al país por un arranque de mal genio en un momento en que se necesitaba
tranquilidad para calibrar la situación. Hitleres, que ante una situación
adversa o sorpresiva montaban en cólera, condición bajo la cual se toman las peores
decisiones.
En los lejanos años sesenta, cuando los grupos armados
andaban, unos masacrando y otros defendiéndose en los montes, se creó un
sistema de organización social que apuntaba a la defensa de las comunidades
campesinas, a la supervivencia frente a un Estado indolente.
Ante esas comunidades llegó un ministro de Estado,
cuyo nombre se perdió en las entretelas del poder y sólo queda la posibilidad
incierta de que hubiera sido Carlos Obando Velasco. Pues bien, digamos, Carlos
escuchó a los campesinos armados que no llegaban a la cincuentena. Supo que
ellos querían la paz, y poder trabajar sin sobresaltos en la tierra, levantar
sus familias, contribuír con su trabajo al bienestar y progreso de su país.
Únicamente exigían a cambio, que el Estado los apoyara con el envío de
profesores de escuela, dotar de médicos y enfermeras a los puestos de salud
–ellos construirían la estructura necesaria– y sometieran a los agentes civiles
armados que el mismo Estado había propiciado. Por todo esto, estaban dispuestos
a dejar las armas y reintegrarse a la vida civil.
Carlos vio que la paz estaba muy cerca y de inmediato
acudió ante el presidente de la época, que se autonombraba el presidente de la
paz, a exponerle estas ideas que terminarían con ese naciente conflicto. Pero
llegó en mal momento.
El energúmeno mandatario dijo, mas o menos, a manera
de rechazo frontal:
–¡Yo no negocio con bandoleros!
A los pocos días ordenó un bombardeo a la región, a
partir del cual los campesinos decidieron que la guerra ya no era contra otros
grupos sino contra el Estado. De la cincuentena de campesinos armados se pasó a
la multiplicación de frentes de guerra, y en esas estamos.
Después de lo
expuesto, hoy podemos estar de acuerdo con el general norteamericano Stanley Mc
Chrystal cuando sentencia:
La guerra es el fracaso de la
política.
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