miércoles, 10 de septiembre de 2014

El fracaso de la política

Antes le decían neurasténico a un tipo que cambiaba súbitamente de comportamiento ante las demás personas, ahora lo identifican como bipolar. 

Cosas del progreso.

En Colombia hemos tenido mandatarios bipolares que se tiraron al país por un arranque de mal genio en un momento en que se necesitaba tranquilidad para calibrar la situación. Hitleres, que ante una situación adversa o sorpresiva montaban en cólera, condición bajo la cual se toman las peores decisiones.

En los lejanos años sesenta, cuando los grupos armados andaban, unos masacrando y otros defendiéndose en los montes, se creó un sistema de organización social que apuntaba a la defensa de las comunidades campesinas, a la supervivencia frente a un Estado indolente.

Ante esas comunidades llegó un ministro de Estado, cuyo nombre se perdió en las entretelas del poder y sólo queda la posibilidad incierta de que hubiera sido Carlos Obando Velasco. Pues bien, digamos, Carlos escuchó a los campesinos armados que no llegaban a la cincuentena. Supo que ellos querían la paz, y poder trabajar sin sobresaltos en la tierra, levantar sus familias, contribuír con su trabajo al bienestar y progreso de su país. Únicamente exigían a cambio, que el Estado los apoyara con el envío de profesores de escuela, dotar de médicos y enfermeras a los puestos de salud –ellos construirían la estructura necesaria– y sometieran a los agentes civiles armados que el mismo Estado había propiciado. Por todo esto, estaban dispuestos a dejar las armas y reintegrarse a la vida civil.

Carlos vio que la paz estaba muy cerca y de inmediato acudió ante el presidente de la época, que se autonombraba el presidente de la paz, a exponerle estas ideas que terminarían con ese naciente conflicto. Pero llegó en mal momento.

El energúmeno mandatario dijo, mas o menos, a manera de rechazo frontal:

–¡Yo no negocio con bandoleros!

A los pocos días ordenó un bombardeo a la región, a partir del cual los campesinos decidieron que la guerra ya no era contra otros grupos sino contra el Estado. De la cincuentena de campesinos armados se pasó a la multiplicación de frentes de guerra, y en esas estamos.

Después de lo expuesto, hoy podemos estar de acuerdo con el general norteamericano Stanley Mc Chrystal cuando sentencia:


La guerra es el fracaso de la política.

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