Como los detentadores de la red Internet están
aniquilando la cultura, esa que se hace con las manos y el pensamiento, siempre
hay una respuesta a manera de acción y reacción para conservarla.
Ahora han salido, y otras se han refugiado, como
librerías independientes asociadas a editoras, igualmente independientes o
alternativas, que conservan el libro tradicional de papel y el arte en su
entorno. Son como islas en medio de ese mar virtual que nos están vendiendo en
la seguridad de que el presente y el futuro esta inmerso en los nuevos smarttv,
smartphone y smarttablet.
Es indudable que la red Internet ha propiciado muchos
cambios en la sociedad, entre ellos la inmediatez y la facilidad para obtener cualquier
información, la reducción de los sistemas de acumulación, la eliminación de
distancias entre sociedades dispersas, pero al igual, se está perdiendo la
condición humana de compartir con la palabra, el contacto visual y auditivo tan
necesario entre seres vivos.
Leer un libro tradicional, sentir su olor y oír el
paso de sus páginas no lo hacen los smart, y es un placer que se auna al placer
de la lectura.
Como los buenos brindis, con buenos vinos, donde operan los cinco
sentidos: la vista, frente a una bella copa que contiene el color del líquido
embriagador; el tacto, al acariciar el entorno de la copa; el olfato, al
percibir el aroma de las uvas en destilación; el gusto, al paladear su sabor;
el oído, al escuchar el golpe de las copas llenas. Ahora, sólo lo podemos disfrutar en una librería independiente
que además nos otorga compañía y disquisiciones sobre el arte y el contenido
del libro.
No sé como será el futuro, pero cuando haya una crisis
mundial que afecte a los centros neurálgicos de la red, cuando se pierda toda
esa información acumulada, cuando sea irreversible recuperarla por lo
gigantesco de su estructura a pesar de las redes de apoyo y protección, creo
que se volverá al libro depositado en las bibliotecas que aún persistan o en
las librerías independientes, donde se habrá refugiado el conocimiento.
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