Mi mamá, con esa sabiduría que dan los años y la
observación de la naturaleza humana, dijo alguna vez: “Enójense las comadres y
se descubren las verdades”.
En nuestro país, Colombia, salieron al tinglado de
Twitter, recogidas por los medios de prensa, las discrepancias entre los señores,
Andrés Pastrana, Ernesto Samper y José Obdulio Gaviria. Tres personajes
protagonistas de la historia oscura reciente de la política colombiana. Ninguno
de ellos dotado de estructura política, ninguno de ellos con ideas novedosas
para transformar la sociedad; todos armados de episodios faranduleros, descalificadores
profesionales y, fieles a su estirpe, jueces de sus contradictores.
Aquí, en las épocas del señor Alfonso López Michelsen,
decían los medios de prensa, los mismos que aún creen orientar a la opinión
pública, que cuando éste hablaba ponía a pensar al país. Era una forma de
tratar de imbécil a todo un pueblo. No hay un pensamiento brillante en todo su
caudal de memorias del señor López; no hay una transformación de país en su
gestión de gobierno; tal vez nos quedamos con el iluso cuento de convertir a
Colombia en el Japón de Suramérica.
Ahora los tales ex presidentes, sin excepción, posan de
ideólogos: pretenden con palabras demagógicas resolver nuestros problemas,
cuando no fueron capaces de hacerlo, en su momento, con todo el poder en sus
manos. Eso se llama incapacidad.
Pobre Colombia con estos dirigentes políticos, viejos
y nuevos, carentes de grandeza.
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