miércoles, 18 de septiembre de 2013

La caridad como política

Alguna vez un señor de singular inteligencia, dijo que la caridad cristiana sirve para que esas personas, causantes de la pobreza general, tengan un consuelo moral y una satisfacción que les enrede la pena de su propia acusación.

Por estos tiempos de la información múltiple, vemos cómo se han incrementado personas naturales y jurídicas que suplantan al Estado en su obligación de implantar una equidad social y propiciar un bienestar en sectores llamados “negados por la fortuna”.

Claro, el Estado se desinteresa de su obligación social y la traslada a estos entes y personas a quienes les entrega una miseria de apoyo que en contexto individual es una fortuna.

Vemos entonces que prolifera la caridad a la par que la pobreza.

Los grandes magnates de este país, y empresas foráneas multinacionales, crean fundaciones que al tiempo que les da prestigio social, reciben del Estado generosas exenciones de impuestos. Una forma eficiente de cuidar activos importantes con los impuestos de los colombianos. Pero el Estado neoliberal entró en la onda de la caridad para paliar la pobreza y obtener grandes réditos electorales: el llamado programa de familias en acción no es otra cosa que la repartición de limosnas a un amplio sector de pobres que adquieren la obligación de votar por sus verdugos. Esas limosnas nunca los van a sacar de la pobreza pero sí aumentará el número de pobres y en consecuencia el número de votantes. La última elección presidencial llegó a nueve millones.

Implantar una política de erradicación de la pobreza y reconocimiento de derechos fundamentales, le sale muy costosa a nuestro Estado, con el agravante de que los actuales políticos desaparecerían del escenario donde los votos se cautivarían por ideas e imaginación, dos virtudes de las que carecen, en contraposición con promesas incumplidas, mentiras reiteradas y clientelas amarradas. Por eso nunca se aplicará una auténtica política social.


Seguiremos entonces practicando la caridad, como instrumento ético para resolver un problema político.

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