En un momento de la eternidad, Dios salió al balcón
donde San Pedro atisba la llegada de nuevos inquilinos al cielo.
Desde allí, Dios observó abajo, en una calle del
barrio Chuny de Popayán, un carrito casi sin marca y preguntó a Pedro:
-¡Qué es eso?
San Pedro aclaró:
-Ese es el carro del cura de la parroquia.
Dios miró para otro lado y vio un automóvil elegante,
con cuatro aros que identificaban una marca alemana de alta gama, en una de las
calles de Bogotá.
Y preguntó:
-¿Y ese automóvil de quién es?
-Es del arzobispo de Bogotá y cardenal primado de
Colombia.
Giró un poco más a su derecha y observó, Dios, un
impresionante vehículo con adornos de lujo que brillaban como el oro,
totalmente transparente y blindado para que no entraran ni las palomas y con la
impresión propia de un ser humano, preguntó:
-¿Y ese?
-Es del Papa, el arzobispo de Roma, el sucesor directo
de Cristo.
Dios, en un arranque de fortaleza mundana exclamó:
-¡Cómo son las cosas de ese mundo! ¡Y pensar que
empezamos ese pequeño negocio con un asno y doce mulas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario