En Colombia se ha presentado un debate por la
justicia.
Como todo debate, en nuestro país, lo hacen los que
más despistados están; los sanguíneos, que obran al calor de las circunstancias;
los periodistas, que opinan sobre bases frágiles; y algunos parlamentarios, más
interesados en figurar a costa de las estupideces que lanzan como la gran fórmula.
Todo empezó porque una juez, dejó en libertad a un
joven que, en estado de embriaguez, atropelló, con su vehículo de alta gama, y mató
a dos jóvenes y dejó paralítico al taxista que las transportaba. Otro conductor
borracho atropelló, con su vehículo de baja gama, y mató a un joven transeúnte,
pero aquí el juez lo envió a la cárcel mientras continúa la investigación. Dos
casos que abordó el Derecho, con las mismas leyes, pero con resultados
diferentes. Hay múltiples razones para crear suspicacias.
Una simple apreciación me indica que la señora juez,
con su declaración para justificar su actuar, considera que el Derecho va por
un lado y la protección a la comunidad va por el otro. Cuando sabemos que el
Derecho busca proteger la vida y la integridad de los asociados, esa expresión de
que “obré en estricto derecho”, parece indicar lo contrario. ¿Qué argumentaría
el otro juez? La prensa no lo dijo.
Si asimilamos que un vehículo es un arma que, aunque
está hecho para transportar, su uso irresponsable puede matar, tal como un
fusil –que sí está hecho para matar–, y que puesto en manos irresponsables (un
borracho lo es) puede matar, podemos inferir que en ambos casos se debe
proteger a la comunidad por encima de cualquier otra consideración. De antemano
sabemos que el uso irresponsable de un arma conduce a la cárcel.
Pero en Colombia todo es calentura y en un par de
meses ya se habrán olvidado las tragedias hasta cuando vuelvan a ocurrir.
Mientras tanto se aplican las leyes según la ruana, y nos olvidamos de educar
desde la niñez, nos olvidamos de que un país civilizado protege la vida antes
que el prestigio u otras consideraciones baladíes.
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