miércoles, 4 de julio de 2012

Venga, le cuento, un libro para reír

La risa es uno de los distintivos mayores del ser humano frente a los demás seres vivos de la Naturaleza. 


Los animales son expresivos pero no ríen. Los leones, por ejemplo en los circos, pueden ver pasar a un suculento payaso y mantienen esa expresión grave de comida sin gracia.

La risa, provocada por el humor, es síntoma de buena salud y, de hecho, es también la mejor terapia contra los decaimientos, las tristezas, la depresión  y las enfermedades, cuando el remedio no aparece en tabletas ni en inyecciones.

Sabemos de médicos que curan haciendo reír; de abogados que apelan a las contradicciones graciosas para convencer a los jueces y hasta los maridos, que llegan tarde a casa, recurren al humor para justificar la tardanza. Como ese señor que encontró a su esposa en mitad de la sala a las tres de la mañana y antes de que dijera algo le recomendó:

-Mija, no me pregunte de dónde vengo, porque le digo.

El humor en nuestro medio se da silvestre y eso nos hace distintos frente a las tragedias y los malos gobiernos. Si no fuera por el humor seríamos un pueblo trascendentalmente aburrido.

Aquí, en Popayán, se está perdiendo ese fino humor de que hacían gala los payaneses que se fueron, y por eso nos dimos a la tarea de tratar de rescatarlo. Acaba de salir a consideración del público el libro Venga, le cuento que contiene historias viejas y nuevas con el humor propio de nuestra gente y, ¡claro!, del suscrito. Este libro puede considerarse una creación colectiva porque muchos episodios fueron contados en tertulias, reuniones, velorios y entierros; otros, fueron acontecimientos reales sufridos en este valle de pobres, por el autor y amigos cercanos. Había que dejar constancia escrita para que nuestros nietos sepan que aquí nos reíamos de todo y pocas cosas las tomábamos en serio, como por ejemplo las promesas del alcalde y el gobernador. Las tomamos tan en serio que ya no sabemos cuáles fueron.

El libro Venga, le cuento (Humor por tandas) se puede adquirir en las librerías de la ciudad –las que aún quedan– por quienes gozan del humor casual nuestro, el mismo que compite en este volumen con el humor negro santafereño, el ingenuo pastuso y el intelectual europeo.

A quienes compren el libro les agradecemos su felicidad de aceptarlo; sería algo digno de destacarse, como podría ser esa dama que hablaba diez idiomas y era incapaz de decir “no” en ninguno.    

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