lunes, 14 de noviembre de 2011

La agitación estudiantil


Cuando se movilizaron médicos y enfermeras en contra de la Ley 100, muchos ciudadanos los señalaron por oponerse a la modernización de la salud en Colombia, utilizando los mismos argumentos que, en ese entonces, esgrimía el gobierno de César Gaviria y la gran prensa al servicio del capital. Esas protestas, que reclamaban la salud como un derecho, fueron reprimidas y hoy tenemos la salud como un negocio de pocos. La Ley 100 cerró hospitales públicos para luego abrirlos como clínicas privadas donde el valor de la vida se tasa en millones de pesos. Quien quiera buena atención médica, tiene que pagarla.

Hoy se movilizan los estudiantes en contra del proyecto que reforma la Ley 30 de educación superior, ley y reforma lesivas para un país que quiere salir del atraso a que lo han sometido sus gobernantes. Hoy está el gobierno de Juan Manuel Santos y su flamante Ministra de Educación, imponiendo decisiones ya tomadas para acabar con la educación pública, con el ropaje de las buenas intenciones.

¿Y por qué la quieren acabar? Porque es una imposición del Tratado de Libre Comercio (TLC) que exige la entrada de los mercaderes norteamericanos de la educación superior. (Hasta las universidades privadas corren el riesgo de ser quebradas por las gringas, con bajos precios al inicio para luego subirlos a su arbitrio, cuando no haya competencia.)

¿Cómo quieren acabar con la educación pública? Como hicieron con la salud: cambiando el derecho a la educación –que protege la Constitución Nacional–, por el servicio a pagar, que da entrada al negocio privado.

Las buenas intenciones del gobierno se plantean, como necesidad, para esconder las finales consecuencias: educación, costosa y de baja calidad para ilustrar a unos pocos adinerados; nula, para los menos afortunados.

El gobierno dice que es necesario ampliar la cobertura de la educación superior, sin embargo la financiación propuesta es tan pírrica, que conducirá al cierre de universidades públicas para luego abrirlas como subsidiarias gringas. Ya hubo un ejemplo con la Universidad de Salamanca en España: se amplió la cobertura aumentando precariamente su financiación. El resultado final fue: bajó la calidad de la educación que la puso en riesgo de cierre.

El gobierno dice que otorgará financiación individual a estudiantes pobres que quieran cursar estudios superiores. Si endeudarlos por 90 millones de pesos para hacer una carrera de cinco años, es para estudiantes pobres, quiere decir que este país está lleno de ricos. En nuestro sistema financiero, a ningún pobre le prestan 90 millones de pesos ni aunque el gobierno sea el garante.

Siempre ha sido así, se otorgan becas (que es lo mismo que limosnas) a unos pocos estudiantes que la gran prensa se encarga de difundir como paradigma de democracia educativa. A la inmensa mayoría de estudiantes colombianos se les niega el derecho a la educación superior; pero como la prensa, anexa al gobierno, no lo registra, pues se asume como una falsedad. Según la reforma que quiere imponer el gobierno, ya no se les negará la educación superior a la mayoría de los estudiantes, se les negará a todos los pobres y de clase media.

Preparémonos: Si no apoyamos a los estudiantes en sus propuestas, la reforma a la educación superior, como está planteada, nos hará, en el futuro, un país de conocimientos comprados, o peor, un país de ignorantes sumisos; listos para ser colonizados y esclavizados definitivamente. 

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