Concluida
la campaña electoral para elegir autoridades regionales, quedan algunas
enseñanzas que es conveniente no dejar pasar.
Algunos
candidatos a alcaldías, para ganarse el favor electoral, hacían énfasis en su
calidad de gerentes, otros en sus virtudes de administradores, unos más en su
condición de empresarios. Viendo la cosa ahora, calmadamente, parece que ninguno
tenía argumentos de estadista, como lo es, como lo debe ser, un político de
verdad.
Un
buen político va más allá de un administrador, de un gerente y de un empresario,
juntos, porque sus decisiones, buenas, malas o nulas, afectan a una comunidad
mayor: en este caso la ciudadanía de un municipio. Quien actúa como político,
sabe que por encima de cualquier interés particular, gremial o de clase, está
esa inmensa masa de asociados, con necesidades múltiples que derivan en
descontento, rechazo e inseguridad. Un político que satisfaga esas necesidades
o por lo menos mejore las condiciones de vivencia de su sociedad, es un
político de calidad superior que tiene asegurado su destino como estadista.
El
presidente John Kennedy de los Estados Unidos, tenía un pensamiento para
explicar que él era un estadista y no lo podía saber todo, pero sí lo podía
hacer todo, desde el poder. La cita es elegante y certera y es necesario
recordarla antes de que nuestros alcaldes elegidos comiencen a hacer
alcaldadas. Decía Kennedy: “Un hombre
inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar a gente
más inteligente que él”.
Volviendo
a nuestra parroquia, vemos perspectivas favorables para ejercer un buen
gobierno. El alcalde que empieza tiene un enorme caudal político, vale decir el
apoyo de la ciudadanía votante y abstencionista que lo acompañará en el
propósito supremo de cambiar, para mejorar, a nuestra sociedad. De él depende
que ese activo político se incremente o dilapide.
Hay
acciones políticas que se deben acometer ya, que no dan espera, como ejecutar
un plan de desarrollo para Popayán, de reordenamiento y proyección de la ciudad
que se traduciría en obras importantes y necesarias; en nuevas vías, tan
urgentes como determinantes; proyectos de vivienda social, donde se vinculen,
mediante el trabajo, a los propios beneficiados; zonas de recreación para la
juventud que las pide a gritos; acción social, como total cobertura escolar con
restaurantes incluidos, salud pronta y gratuita para los asociados de los
barrios menores; gestión cultural y promoción turística. Así, y sólo así, con
dinámica y grandeza de pensamiento, tendremos una ciudad con alta ocupación laboral
y baja delincuencia.
Queda
mucho por decir, y lo seguiremos diciendo, pero si nuestro alcalde hace esto
mínimo, seguro, la ciudad empezará a cambiar para bien de todos.