Carlos “Talego” Ramírez es un músico nato que compone y toca el acordeón con singular maestría. Fue integrante fundador de la Tuna Universitaria de Popayán, responsable de las trasnochadas de los suegros cuando paseaba su música entre serenatas que intentaban doblegar el amor de su futura esposa. Como buen romántico enamorado, se echaba sus copas en cualquier lance tenebroso.
Luis Arévalo Cerón es un periodista de larga trayectoria para quien cuarenta años es una chichigua, si se tiene en cuenta que lleva más de esa cifra transmitiendo el programa radial, Gente con calidad humana. Bebía poco, y eso cuando la ocasión lo obligaba.
Pues bien, este par de personajes se encontraron cualquier día de cualquier mes de los años ochenta. Luis Arévalo le pidió a “Talego” que le concediera una entrevista para su programa radial, pero éste se negó por el pavor que le infundía el micrófono. Insistía Luis Arévalo y se resistía “Talego”. Finalmente ganó la insistencia pero con la condición de que, previo a la entrevista, se tomaran un trago para atenuar los nervios.
El día de la entrevista se apareció Luis Arévalo con una media de aguardiente, grabadora y micrófono. Antes de comenzar se echaron el primer trago doble; luego, para afinar se echaron el segundo. “Talego” se iba entusiasmando con las anécdotas represadas y Luis Arévalo dejó de cuadrar la grabadora para reírse de las ocurrencias de su anfitrión que obligaron a mandarse el tercero. Como la música es indispensable aderezo para una charla de amigos, arrancó “Talego” con su acordeón y Luis Arévalo arrinconó la grabadora y el micrófono donde no estorbaran para poner la segunda media de aguardiente sobre la mesa.
Ese día la pasaron de maravilla: “Talego” entonando tangos, boleros, rancheras y pasajes en su acordeón y Luis Arévalo cantando con voz de bohemio desafinado cualquier canción de moda. Ambos en el paraíso de la felicidad etílica.
Sobre la entrevista…bueno, primero dejaron de beber, porque la excesiva juventud acumulada no permite los excesos, y todavía sigue pendiente de cuadrar el día y la hora para arrancar una segunda versión, pero esta vez con una aguapanela con limón.
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