Víctor Paz Otero, poeta de la historia
Predestinado para escribir poesía llegó a Popayán bajo el signo de Leo, Víctor Paz Otero, un 17 de agosto de 1945. Recorrió, de niño, las mismas calles amplias y misteriosas que recorrieron Simón Bolívar, Tomás Cipriano de Mosquera, José María Obando, quienes 180 años después caminaron por las páginas de sus libros tal como fueron: hombres antes que próceres.
Es muy posible que estudiara sus primeros saberes, como todo payanés de la época, con los Hermanos Maristas, que infundieron enseñanzas para formar creyentes que luego se trastocaron en rebeldes. En su juventud, a Víctor Paz Otero, lo vemos por los lados de La Pamba, barrio de historia y duelos clausurados, con su frondosa cabellera y barba, negras, iniciando a publicar poesía que ya llevaba intrínseca en sus neuronas:
Quiero hundirme,
perderme en un silencio
de ausencias destrozadas
para no sentir
que más allá de nosotros
el tiempo es la derrota
de nuestra voz humana.
Quiero olvidar que vivo,
olvidar que soy hombre
y que aprendí los sueños
y las palabras mágicas
que a veces se vuelven poesía.
Un salto gigantesco lo lleva a estudiar Sociología en la Universidad Nacional de Colombia, que lo convierte en un voluntario extraditado payanés, en Bogotá, ciudad de oportunidades para la poesía. Y vienen sucesivas publicaciones: Poemas de piel y tiempo, en 1975; Alteraciones, en 1980; Elementos para una sociología impresionista, en 1986; Nuevos poemas de piel y tiempo, en 1990; Naufragio en mi bemol, en 1995; Poesía para amantes, en 1996.
En este libro, Poesía para amantes, se lee:
No sé si encuentro la muerte
cuando amo.
Ese olvido de mí que no me restituye
el paraíso
cuando atravieso la tibia materia de tu carne
no sé si es
el lado impalpable de la sombra
el foso o la caída
la luz que nunca he visto.
No sé si este goce
que es efímero e infinito
es salto a la disolución
salto a la nada
o es recobramiento y es nostalgia
de esa unidad perdida
que en nosotros permanece y sangra.
No sé si te amo
para que al encontrarte en la profundidad
del sueño,
para que al perderme en la música
húmeda y táctil de tu sexo
toda mi dispersión se reunifique
o toda mi precaria unidad
se rompa o se fragmente
en un nuevo vacío y para siempre.
El paréntesis del poeta Víctor Paz Otero, aparece en 1993, diez años después del terremoto de Popayán; sismo que desnudó una sociología ficticia, un aparente transigir con la vida; que apareció desgarradora, como biografía de ciudad, en su primera novela, La eternidad y el olvido. Inaugura una forma nueva de narrar la historia despojada de giros técnicos, y abrumada por la belleza poética.
“Al principio mi madre se sintió un poco extraña en ese ambiente tan distinto al que habían sido su casa y su vida. Tuvo que soportar más de una dura ironía de parte de mi abuela, una anciana soberbia y engreída de sus linajes y sus abolengos, que sin disimulo alguno miraba con muy malos ojos su color trigueño y sentía escalofríos por los títulos poco claros de su pasado y de su procedencia. No perdía oportunidad de recordarle que el apellido Rebolledo estaba ligado a las más rancias estirpes peninsulares y le recordaba como una letanía mortificante que el cuarto abuelo de Bolívar, el conquistador y capitán don Francisco de Rebolledo, originó la rama venezolana desgajada del tronco primitivo de que fue otra la de los Rebolledos payaneses, de la que provenía entre otras doña Ana María de Rebolledo, la gloriosa madre de don Rafael y don Manuel de Pombo. Que su familia era muy antigua y muy ilustre en España”.
Esta primera novela sería el inicio de una prosa narrativa que alcanzaría los ensueños de la poética y la historia. Más tarde surge en su plenitud la novela histórica, necesariamente contestataria. Títulos como El demente exquisito. La vida estrafalaria de Tomás Cipriano de Mosquera, El Edipo de sangre o de la vida tormentosa de José María Obando, Bolívar: delirio y epopeya y su trilogía: La agonía erótica de Bolívar, La otra agonía: la pasión de Manuela Sáenz que antecedieron al libro, Bolívar: el destino en la sombra, contribuyeron a conocer la historia de Colombia con la visión del novelista y el arte del escritor.
En una reciente conferencia Víctor Paz Otero fija sin tapujos la condición de artífice de su obra:
“El escritor, y por supuesto hablo a título personal - en yo sostenido para ser más preciso - no escribe para esconder o mitigar sentimientos; a veces inclusive ese verbo escribir demanda potencializar emociones, exige en lo posible exacerbar y hacer conscientes las neurosis y hasta volver explosivos los sentimientos”.
A sus 63 años, Víctor Paz Otero sigue escribiendo en una lejana habitación campestre, en una montaña, en un lugar de Colombia –traviesa impronta del bardo– llamado, La metáfora.
1 comentario:
Extraordinario escritor ,embeleza cada página,magistral,he leido :Bolívar delirio y epopeya,El demente exquisito,vida estrafalaria del General Tomás Cipriano de Mosquera: EL Edipo de sangre
o la vida tormentosa de José María Obando y todos los he releído por ser una narativa casí poética,exquisita,gran autor
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