Discurso pronunciado el
pasado 22 de mayo de 2013 en el homenaje que la cooperativa Coomeva rindió a
sus asociados que ajustaron años de perseverancia.
Señoras y señores, damas y caballeros:
Permítanme que me devuelva un poco en la Historia para
que me dé argumentos que expliquen mejor esa gran virtud que es la
perseverancia.
Todos gozamos de esa luz nocturna que nos permite
extender nuestra actividad hasta más allá de lo que hacen los animales menores
y mayores. Mientras ellos duermen, los seres humanos seguimos despiertos
conversando con amigos o familiares alrededor de un café. Pero pocos sabemos
que un señor loco –San Agustín dijo una vez que el camino que descubren los
locos es el mismo que después transitan los sabios–, decíamos que un señor loco
se metía en su laboratorio, con dedicación, renunciando a los placeres externos
y cuando le preguntaron ¿qué es lo que haces?, dijo, “quiero atrapar la luz
para guardarla en la noche”. Ese señor era Tomas Alba Edison. Para llegar a la
invención de la bombilla eléctrica, Edison, tuvo que pasar años de pruebas,
todas fallidas; de repetir por más de 5 mil una veces sus intentos con aciertos
y errores hasta alcanzar ese invento que transformó las costumbres de todos los
seres humanos. Ahora vemos como algo natural un prodigio, la bombilla
eléctrica, que fue resultado de la perseverancia.
Nelson Mandela fue encarcelado cuando tenía 46 años de
edad por oponerse al Apartheid, o sea, la discriminación racial impuesta por
los blancos contra los negros en Sudáfrica. Fue condenado a la pena de muerte,
posteriormente transmutada a cadena perpetua y salió libre por presión
internacional después de 27 años, cuando ya era un viejo de 73 años. Mandela
como político perseverante reinició su lucha –cuando muchos están cansados y
decrépitos– contra el Apartheid hasta vencer, y construir la nueva República de
Sudáfrica, sin discriminación. Otro ejemplo de perseverancia transformadora.
Gabriel García Márquez era un periodista que escribía
literatura; muy conocido en los círculos de Barranquilla y desconocido en el
resto del país. Empezó a destacarse en Colombia con su obra La mala hora, que ganó un premio
nacional de novela. Sin embargo en el plano internacional era un absoluto
desconocido, tanto, que en varias ocasiones envió sus manuscritos a editoriales
mexicanas y argentinas para recibir juicios descalificadores. Uno de ellos,
pronunciado por un editor argentino, cuando conoció la novela Cien años
de soledad, le decía que se dedicara a otra cosa, que la literatura no era
lo suyo. García Márquez perseveró, y la novela fue publicada por la Editorial
Suramericana de Buenos Aires y distribuida en toda América Latina,
convirtiéndose en un suceso de las letras americanas. Lo que pasó después todos
lo conocemos, ganó el premio Nobel de literatura y ya es un referente obligado
de la nueva narrativa.
Estos tres casos, de entre muchos miles, nos indican
el valor de la perseverancia, que no es vivir mucho tiempo, sino aprovechar ese
tiempo para construir, para realizar los sueños recién forjados o aplazados,
para hacer que el tránsito por este mundo sea digno, para disfrutar la vida,
tan intensamente, que olvidemos lo inexorable. En síntesis, la perseverancia es
virtud de grandes seres humanos que han transformado la sociedad y por ello
serán recordados para siempre.
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