De Napoleón y del Capitán Dupont, se conocía su permanente
hostilidad que llegaba a la franca enemistad.
Coincidieron los opuestos personajes en una fiesta de
encumbrados nobles, y al notar, Napoleón, la presencia indeseable de Dupont,
procedió a hacérsela visible sentándose de espalda al Capitán.
Dupont se levantó y con gran caballerosidad se dirigió
al todopoderoso Napoleón:
-¡Excelencia! ¡Me siento muy feliz de contarme entre
sus amigos!
-¿Y qué le hace pensar que es así, Capitán?
-Porque de todos es conocido que usted nunca le da la
espalda a sus enemigos.
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