A partir de la destrucción de las culturas americanas emprendida por el imperio español, son muchas las especulaciones que sucedieron sobre los conocimientos científicos de los originarios de estas tierras.
El imperio español –como todo imperio– fundaba su existencia en el avasallamiento, por la fuerza, de los sometidos. La violencia se sobrepuso a la razón. España no tuvo la claridad mental para entender que había descubierto un nuevo mundo, que detentaba una civilización que había alcanzado su desarrollo por otros caminos diferentes a la imposición de la fuerza y de creencias equivocadas.
Fueron muchos los conocimientos científicos que se perdieron, durante la llamada Conquista, por ese afán de avasallar a unos pueblos pacíficos. Hoy vemos realizaciones de esos antiguos americanos que siguen siendo misterios, porque no hay teoría científica moderna que los pueda explicar. Ahí están las líneas de Nazca, en el Perú, y los petroglifos de San Agustín, en Colombia; las pirámides de Yucatán, en México y la orfebrería de los Quimbayas, en Colombia; Tiahuanaco, el puerto fluvial más alto del mundo, en Bolivia y la astronomía de los Mayas.
Los Mayas tenían amplios conocimientos del universo y llegaron a plantear el funcionamiento de los sistemas cercanos; sin embargo, al perderse ese conocimiento, todo se volvió especulación y leyenda hasta nuestros días, cuando se les ha atribuido el fin del mundo este 21 de diciembre del año 2012.
Se ha rescatado un conocimiento Maya que los científicos modernos descubrieron en el siglo XX: en el universo todo es energía y movimiento. Y la ciencia moderna asegura que la energía no se destruye sino que se transforma.
Tal vez fue eso –especulación necesaria– lo que los Mayas quisieron decir: que en este tiempo, por el movimiento del sistema solar en el universo, hasta un lugar cíclico de la galaxia, habrá cambios trascendentales de energía que nos afectarán.
Sea como sea, tendremos un nuevo año, el 2013, y el mundo seguirá su eterno viaje por el cosmos hasta el fin de los siglos.
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