Bajo el gobierno de Andrés Pastrana y cuando la crisis del sistema financiero iba camino al desastre económico, se inventó un salvavidas para salvarlo: fue el impuesto del dos por mil, en transaciones bancarias, que regiría por tiempo limitado.
Hoy ese impuesto es permanente y ya va en el cuatro por mil, y sobre lo recaudado no hay claridad a dónde va a parar. Nadie pide cuentas.
Según el actual presidente, según sus ministros de hacienda y educación, la crisis de la educación pública superior es por falta de recursos económicos; no se les ocurre utilizar parte del actual impuesto del cuatro por mil, no se les ocurre crear un impuesto de emergencia como se hizo para salvar a unos ricos de la quiebra económica. Para la educación superior pública, para la gratuidad de la educación primaria y media, definitivamente no hay plata y punto. Aparece entonces una solución (a un problema creado por el gobierno) que es el pretexto para introducir la empresa privada a manejar la educación pública, tal como se hizo con la salud. La empresa privada (multinacionales incluidas), tendrán facilidades para invertir en las universidades públicas con el fin de volverlas viables, según la jerga neo liberal. Volverlas viables quiere decir volverlas privadas. El derecho a la educación, fácilmente se cambiará por un negocio de pocos. Esa es la Ley que se tramita en el Congreso.
Veremos entonces universidades endeudadas y rematadas como bienes públicos trastocados en privados. ¿Y la educación superior? Sólo la tendrá, quien pueda pagarla.
Ese es el Estado que nos han creado, que hemos permitido; el mismo Estado que de modelo para administrar el bienestar de una extensa comunidad, se ha cambiado por un monstruo que favorece a los detentadores del poder.