En una revista de la
Universidad del Cauca de los años 1940, se trataba de establecer la diferencia
entre progreso y atraso con un episodio:
Estamos frente a una
poderosa caída de agua en un lugar selvático de Colombia. Llega un poeta y se
extasía con la belleza de ese entorno donde el agua refleja mil colores y se
dispersa como humo en el fondo del río. En un marco de vegetación verde de
diferentes tonalidades, abrumado de aves que cantan el himno de la vida, ojos
inquietos de animales, detrás de hojas quietas, que descienden a beber, el
poeta no puede contener su emoción y la traslada al papel: escribe un poema
largo y sentido, donde plasma la belleza que lo abruma.
A ese mismo lugar llega
un hombre alto, rubio, de poderosos músculos, parece europeo pero es
norteamericano, no se sorprende ni se inmuta: hace cálculos. En un cuaderno
consigna la altura del salto, el ancho del río; determina la fuerza de la caída
de agua, el volumen del líquido, el tipo de rocas que sostienen ese fluido hidráulico.
Para él no existen colores, aves, ni vegetación. De su papel nace una represa
que irá a suministrar energía a otras máquinas que producirán otras maravillas
mecánicas que se venderán a buen precio.
Con la acción del poeta
la naturaleza siguió indemne: continuó fluyendo el agua, vivieron los peces y
los pájaros y los otros animales; la vida se evidenció en un despliegue de
colores, oxígeno y agua cristalina que crearon nuevas vidas. Si acaso, se
construyeron senderos para que los habitantes de este planeta conocieran esta
maravilla.
Con la acción del rubio
norteamericano desapareció la caída de agua para dar paso a un embalse
sostenido por murallas de concreto que aniquiló la vida silvestre en derredor;
el agua se contaminó y murieron los peces; las turbinas además de ruido
producen aguas y peces con sabor a metales. Y la energía eléctrica va muy
lejos, donde aporta bienestar y dinero a unas cuantas personas. En el lugar
donde se extasió el poeta solo queda un desierto de agua muerta, especies
extinguidas, árboles y plantas anegadas que ya no suministran oxígeno.
Dichoso progreso es éste
que para proveer comodidad y dinero a unos cuantos haya que sacrificar la vida
de muchos.
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