En caso de firmarse
acuerdos entre el gobierno y la guerrilla de las Farc, se pondrá fin al
conflicto armado pero apenas comenzará un largo camino hacia la paz.
El actual gobierno
quitará una perturbación en sus acciones y tendrá una oposición política en
reemplazo de la armada. Falta ver que haya cambios sustanciales en la forma de
hacer política; no se puede seguir con las mismas prácticas que eternizan a
unos jefes regionales en los foros legislativos donde defienden sus intereses,
aliados, cuando no integrantes de los cánceres corruptos; tampoco se puede
aceptar que dominen unas elecciones los criminales dotados de unos dólares
sangrientos; mucho menos que a los cargos públicos de trascendencia, lleguen
analfabetos o personas francamente brutas que toman decisiones cuyas
consecuencias sean desastrosas o criminales.
Es, ahora, el comienzo
para transformar el país en la Nación que queremos la mayoría de los
colombianos. Una Nación donde se garanticen los derechos fundamentales, donde
no haya defensores del pueblo, ni de derechos humanos, ni de la naturaleza
animal ni vegetal, ni de clientes insatisfechos, porque no los necesitaremos.
Es hora de apostarle a
construir Nación, como ya lo están haciendo los vecinos de América,
aprovechando dos milenios de civilización. La violencia no puede ser el
fundamento de un Estado, el desarrollo debe ser el bienestar de todos, sin
excepciones. Es hora de medir el progreso, no por el crecimiento de la economía
de los potentados sino por el grado de satisfacción de todos sus habitantes.
Cuando todos los colombianos tengamos una vida digna, seguro, desaparecerá la
violencia, será una oscura referencia del pasado.
Para construir Nación
deberemos afrontar una etapa dolorosa, pero necesaria. Tal vez se requeriría un
periodo no inferior a cinco años para extirpar el cáncer que carcome a nuestra
sociedad. Se han creado monstruos que ya no habrá cómo reformar, ni de ninguna
manera integrar a la nueva Colombia. Criminales que siegan vidas por el vil
metal, violadores y asesinos de niños, torturadores de todos los pelambres,
masacradores, cobardes que lesionan mujeres mutilando su belleza, corruptos de
todos los tipos y de todas las escalas, deberán pasar al muro de la pena
capital. No hay de otra. Estos personajes no deben tener futuro en la Nación,
con nuevas y verdaderas leyes que se
cumplan; Nación culta que respete la vida como el bien supremo; sin cárceles,
reemplazadas por colonias de trabajos reformatorios y en verdad productivos,
para contravenciones menores. Ya no tendremos al mejor policía del mundo porque
tampoco tendremos a la mejor delincuencia del mundo.
No es soñar.
Si Europa sufrió dos
guerras mundiales donde llegó al máximo de degradación e infamia del ser humano
y ahora es culta y respetuosa, podemos seguir su ejemplo. Tenemos sus mismas
virtudes, las mismas de cualquier habitante de esta tierra.
Además, podemos innovar
para mejorar, no como hacen los últimos gobiernos, cambiar para seguir igual.