-Las mujeres, que pena, son menos inteligentes que los hombres.
-¿Y por qué dice eso papá?
-Porque hay razones; por ejemplo, ¿cuándo ha sido presidente de Colombia una mujer?
-Pero, según usted, en Colombia nos han gobernado unas bestias.
-Las mujeres, que pena, son menos inteligentes que los hombres.
-¿Y por qué dice eso papá?
-Porque hay razones; por ejemplo, ¿cuándo ha sido presidente de Colombia una mujer?
-Pero, según usted, en Colombia nos han gobernado unas bestias.
Por la calle cuarta de Popayán todos los días transitaba Daniel Gil Lemos y era objeto de burlas por un par de damas, encañengadas, a quienes apodaban “Huesos”, dada su extrema flacura. Las damas, ocupaban el ventanal tipo balcón y cada vez que pasaba Daniel le decían “Chirrincho” o “Jonás” porque lo veían viejo y como borracho.
Una vez Daniel no se aguantó las ofensas y golpeó la puerta de la casa. Salió la matrona, mamá de las ofensoras.
-Señora, me hace el favor de venderme una libra de carne.
-¡Cómo se atreve señor, esto no es una carnicería!
-¿Cómo que no? Si estoy viendo los “Huesos” en la ventana.
En una de esas escapadas que hacía el “Genio” Castrillón, llegó a la cafetería de la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca, en Popayán. Había estudiantes, hombres y mujeres, en recreo, ese intervalo de descanso entre una clase y otra. Uno de los estudiantes invitó al “Genio” a la mesa y le pidió un tinto. Ya aposentado en su condición de invitado, lanzó una pregunta general que las señoritas escucharon y meditaron con atención:
-¿Ustedes saben cuál es el derecho que más les gusta a las mujeres?
-No, señor Castrillón. ¿Cuál es?
-¡Pues el derecho penal!
Poesía y agua
Helcías Martán Góngora nació entre la selva y el agua que desemboca en el Pacífico; en ese recodo que le dicen Guapi, el pueblo porteño de rio; donde la selva no puede avanzar más. El hecho, saludado por los alcatraces y las gaviotas, ocurrió un 27 de febrero de 1920.
En español, su primer apellido, Martin, se volvió francés por los ancestros que escarbaban el oro de los afluentes del mar y se enamoraban de las negras que adornaban el paisaje con sus pechos hinchados de vida y erotismo. Así quedó bautizado Helcías Martán Góngora, cuerpo de escritor, donde hay confluencia de razas española, africana y francesa; su sensibilidad artística lo delata.
Su viaje a Medellín, después de transitar por Pasto y Popayán, en los buenos años de su niñez, le sirvió para culminar sus estudios de bachillerato en el Colegio San Ignacio, donde aprendió latín, gramática y retórica.
Dos universidades le dieron la oportunidad de adelantar estudios en Derecho y Ciencias Políticas: el Externado de Colombia en Bogotá y la Universidad del Cauca. Fue dueño de una curul en el Congreso de Colombia; el Congreso necesitaba retóricos falaces y componedores de ilusiones, pero su debilidad fue la poesía, que es más real que cualquier promesa. No volvió.
No fue poeta de verso libre, porque conocía y observaba al rigor la gramática, las reglas del arte poético y las maravillas de la lengua hispana.
En 1964 se presentó a un concurso nacional de novela, patrocinado por una empresa extranjera de hidrocarburos; él, poeta del mar, competía con un poema lírico extendido en prosa que los jurados no pudieron clasificar. Ante la indudable belleza del relato, le dieron mención de honor. Esa única novela se llama Socavón y en ella narra las desventuras de un inmigrante holandés de nombre Hans, quien tomó como esposa a su amante mulata y después murió en el socavón de una mina de oro. En el trasfondo de la novela aparecen los manglares, los ríos, el mar, las tabernas; y más evidentes, los amores tormentosos, las costumbres del litoral caucano.
Uno de sus apartes indica la excesiva pasión costera:
“Pero mi abuelo sembró nietos, como otros siembran árboles, a través de mi padre. Sus plantas nómadas crecen hoy en el manglar de América, junto a los grandes ríos y la feraz intransigencia de la lluvia.
Se dice que su sombra vaga todavía por Sanquianga y Satinga, en torno a la llama de los enterramientos fabulosos, y que navega, a bordo de “El Maraveli”, el bergantín fantasma, que surca un mar de luto y tempestad.”
Pero Helcías Martán Góngora no era novelista, era poeta, el poeta del mar y de la sombra tutelar. Así lo atestigua su poesía:
Página.
El buque escribe en el agua
con su quilla un largo adiós.
Los peces lo están leyendo
y les duele el corazón.
El buque escribe en el agua
el nombre de una mujer
capitán enamorado
nunca lo vuelvas a hacer…
Los peces lo están leyendo
ríe al leerlo el delfín.
Página azul de los mares,
¡quién tuviera un bergantín!
Invitación
Venid conmigo a compartir la noche,
amadas sombras de mis padres;
venid conmigo a poseer la lumbre
que nace de la estrella de la tarde;
a repetir el júbilo profundo
que brota desde el fondo de la sangre;
venid conmigo a compartir la dicha
y la humana primicia del instante;
amadas sombras tutelares,
porque ha arribado el hijo prometido
a la casa del valle,
a la hora en que el agua de los ríos
deshoja madrigales
y hacia el puerto regresan los marinos
entonando cantares;
venid conmigo a compartir el gozo,
amadas sombras litorales,
y ungid la frente del infante mío
con el beso nocturno de los mares.
Alguna vez dijo Meira Delmar, de su émulo de la poesía marina, desde Barranquilla, sobre verdes y corales:
“(…) ola magnífica de poesía, tu océano. Y cómo sube, de las hermosas páginas, olor a mar y a sal, y cómo en el perfume apaga ardores la sed de claridad que llevamos los nacidos frente al milagro cotidiano del azul, que se dobla en cielo y agua, como un espejo. Es un libro bien logrado este que ahora enriquece mis manos y mi emoción; se va por él como por una ruta de viajes, donde encontramos islas para detenernos largamente”.
Sus poemas se han traducido a varias lenguas, lo que le valió ser objeto de estudio de académicos como Mosses Harris, de la Universidad de Washington, quien escribió su tesis doctoral con el título de Estructura de la imagen en la poesía de Helcías Martán Góngora; el escritor caucano Guido Enríquez Ruíz, se gradúa en la Universidad del Cauca con su tesis Magia del agua y rito del silencio en la poesía de Martán Góngora.
El 16 de abril de 1984, Helcías Martán Góngora, ancló su vida en la tierra después de descender del barco marino, cargado de imágenes y silencios, que lo acompañó por los mares reales y etéreos; y al día siguiente, Hugo Salazar Valdés, su amigo de los tiempos finales, pronunció la oración fúnebre donde dijo: “…el más grande, el más sereno, el más vibrante poeta marino de Hispanoamérica en los últimos cuarenta años…”, se ha ido.