sábado, 9 de agosto de 2014

Humanidad engañada

A la gente le gusta ser engañada.

Si usted se pregunta por qué tienen éxito los magos, los ilusionistas, los políticos de cuarta categoría, los sacerdotes de todas las religiones, los literatos modernos, la respuesta es una:

Porque a la gente le gusta que la engañen.

De niños nos hablaron de Superman, lo veíamos en revistas, en cine y asumimos que era real; nos poníamos bravos porque alguien adulto y carente de raciocinio nos quería sacar del error diciendo que Superman no existía. Con el tiempo y la madurez llegamos a la conclusión de que, efectivamente, era un invento, una mentira. Pero mientras éramos niños esa fantasía alimentaban nuestros sueños: estábamos protegidos de todo mal por los poderes de Superman.

Ahora y siempre sucede igual con la gente.

Sabemos que nos engañan pero lo aceptamos como un refugio y hasta rechazamos a quien quiera sacarnos del error.

En Colombia tenemos un presidente que hace política con el temor a la guerra y promete la paz. Y la gente le cree. Hasta se atreve a decir que qué bueno sería nuestro país sin guerrillas, en vez de decir que qué bueno sería nuestro país con todos los derechos garantizados por el Estado, razones por las cuales –sin derecho a la salud, a la educación, a la vivienda digna, a la recreación– hay guerrillas. Cuando el Estado garantice esos derechos, las guerrillas desaparecerán solitas.

Los curas de todos los credos prometen una vida mejor en ultratumba, porque –dicen como consuelo– hay una vida eterna. Nunca se refieren a lo que éramos antes de nacer porque eso es muy explícito –éramos nada– y ellos trabajan con incertidumbres, cuando no con mentiras.

Respecto a los magos e ilusionistas son los verdaderos artistas del engaño, pero ese engaño es consciente y tiene su premio: la felicidad del momento, la explosión de la gracia y el buen humor. Lo que necesitamos para vivir en felicidad.
Los magos e ilusionistas y hasta los literatos, son imprescindibles y necesarios en nuestras vidas; su engaño es liberador.


Los demás engañan para embrutecer y esclavizar; la tragedia consiste en que la gente les cree.