A la gente le gusta ser engañada.
Si usted se pregunta por qué tienen éxito los magos,
los ilusionistas, los políticos de cuarta categoría, los sacerdotes de todas
las religiones, los literatos modernos, la respuesta es una:
Porque a la gente le gusta que la engañen.
De niños nos hablaron de Superman, lo veíamos en
revistas, en cine y asumimos que era real; nos poníamos bravos porque alguien
adulto y carente de raciocinio nos quería sacar del error diciendo que Superman
no existía. Con el tiempo y la madurez llegamos a la conclusión de que,
efectivamente, era un invento, una mentira. Pero mientras éramos niños esa
fantasía alimentaban nuestros sueños: estábamos protegidos de todo mal por los
poderes de Superman.
Ahora y siempre sucede igual con la gente.
Sabemos que nos engañan pero lo aceptamos como un
refugio y hasta rechazamos a quien quiera sacarnos del error.
En Colombia tenemos un presidente que hace política
con el temor a la guerra y promete la paz. Y la gente le cree. Hasta se atreve
a decir que qué bueno sería nuestro país sin guerrillas, en vez de decir que
qué bueno sería nuestro país con todos los derechos garantizados por el Estado,
razones por las cuales –sin derecho a la salud, a la educación, a la vivienda digna,
a la recreación– hay guerrillas. Cuando el Estado garantice esos derechos, las
guerrillas desaparecerán solitas.
Los curas de todos los credos prometen una vida mejor
en ultratumba, porque –dicen como consuelo– hay una vida eterna. Nunca se
refieren a lo que éramos antes de nacer porque eso es muy explícito –éramos
nada– y ellos trabajan con incertidumbres, cuando no con mentiras.
Respecto a los magos e ilusionistas son los verdaderos
artistas del engaño, pero ese engaño es consciente y tiene su premio: la
felicidad del momento, la explosión de la gracia y el buen humor. Lo que
necesitamos para vivir en felicidad.
Los magos e ilusionistas y hasta los literatos, son
imprescindibles y necesarios en nuestras vidas; su engaño es liberador.
Los demás engañan para embrutecer y esclavizar; la
tragedia consiste en que la gente les cree.