En este año 2014 todo indica que habrá novedades
políticas.
No lo digo por el proceso electoral en Colombia, que
seguirá manipulado por los electoreros de siempre, algunos viejos y que, como
los malos cantantes, dicen retirarse para volver.
Hay un proceso de conversaciones de paz entre el
gobierno y los rebeldes cuyo desenlace está por verse. Si nos atenemos a la
historia y al actuar de los gobernantes actuales y la insurgencia, este será un
proceso más, sin salida política y con todos los caminos espeditos para la
confrontación militar.
La historia de las reivindicaciones sociales, es la
misma de la infamia. Desde los tiempos de los Virreyes, a los Comuneros se les
otorgó, mediante documento escrito, todas sus peticiones con la condición de que
no llegaran a Santa Fé de Bogotá y se devolvieran a sus pueblos. Documento
refrendado con misa católica y poniendo como testigo a Dios. Bastó que se
dispersara la plebe para iniciar una tenebrosa persecución para aniquilar a sus
dirigentes y desconocer los acuerdos.
En los nefastos tiempos de la dictadura de Gustavo
Rojas Pinilla, general conservador, se les ofreció a las guerrillas del llano,
Paz, Justicia y Libertad, con tal de que se desmovilizaran y entregaran las
armas. Así se hizo y al poco tiempo cayeron muertos todos los dirigentes, entre
ellos Guadalupe Salcedo, a la vuelta de la casa presidencial.
Más recientemente se adelantó un proceso de paz entre
la guerrilla y el presidente Belisario Betancourt. De esos acuerdos surgió el
partido Unión Patriótica que alcanzó curules en el congreso. A sus dirigentes
desarmados y a sus miembros indefensos los aniquilaron –en una cifra
impresionante de cuatro mil seguidores–sin compasión, entre fuerzas del Estado
y criminales, que se han dado en llamar fuerzas oscuras.
Este acumulado histórico lo sabe la insurgencia y no
creo que sea historia muerta para ella, ni tampoco, como dicen algunos
dirigentes de la derecha, que hoy las cosas han cambiado. En política las cosas
no cambian tan fácilmente: la derecha se une por sus intereses y la izquierda
se divide por ideas. El grueso de la población, el pueblo, requiere de un
momento histórico para cambiar radicalmente la política; ese momento histórico
siempre es aplazado con reformas para seguir igual, y procesos de paz fallidos.
Hoy los dirigentes políticos gubernamentales carecen
de credibilidad porque son muchas las ocasiones en que niegan lo evidente,
dicen estar por la paz y escalonan la guerra, dicen apoyar a los campesinos y
establecen tratados de libre comercio que los aniquilan, dicen estar por la
salud como un derecho pero sus reformas legitiman las ganancias de sus dueños
en detrimento de la salud y la vida, dicen estar por la educación como derecho
pero apuntan a privatizarla y venderla como mercancía, dicen estar por el medio
ambiente pero facilitan a transnacionales foráneas saquear los recursos
naturales por pírricas regalías destruyendo los bosques, contaminando las
aguas, construyendo desiertos que verán nuestros nietos, dicen estar por la paz
y estigmatizan a sus interlocutores.
Un proceso de paz donde la guerrilla depondrá las
armas sin entregarlas, porque es su garantía de cumplimiento de los acuerdos
firmados; donde el gobierno tiene intereses inmediatos y quiere una rendición
para desconocer los acuerdos; donde el pueblo está de espalda y marginado, no
es un proceso con final feliz.
Espero y deseo equivocarme.