martes, 21 de enero de 2014

La paz lejana

En este año 2014 todo indica que habrá novedades políticas.

No lo digo por el proceso electoral en Colombia, que seguirá manipulado por los electoreros de siempre, algunos viejos y que, como los malos cantantes, dicen retirarse para volver.

Hay un proceso de conversaciones de paz entre el gobierno y los rebeldes cuyo desenlace está por verse. Si nos atenemos a la historia y al actuar de los gobernantes actuales y la insurgencia, este será un proceso más, sin salida política y con todos los caminos espeditos para la confrontación militar.

La historia de las reivindicaciones sociales, es la misma de la infamia. Desde los tiempos de los Virreyes, a los Comuneros se les otorgó, mediante documento escrito, todas sus peticiones con la condición de que no llegaran a Santa Fé de Bogotá y se devolvieran a sus pueblos. Documento refrendado con misa católica y poniendo como testigo a Dios. Bastó que se dispersara la plebe para iniciar una tenebrosa persecución para aniquilar a sus dirigentes y desconocer los acuerdos.

En los nefastos tiempos de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, general conservador, se les ofreció a las guerrillas del llano, Paz, Justicia y Libertad, con tal de que se desmovilizaran y entregaran las armas. Así se hizo y al poco tiempo cayeron muertos todos los dirigentes, entre ellos Guadalupe Salcedo, a la vuelta de la casa presidencial.

Más recientemente se adelantó un proceso de paz entre la guerrilla y el presidente Belisario Betancourt. De esos acuerdos surgió el partido Unión Patriótica que alcanzó curules en el congreso. A sus dirigentes desarmados y a sus miembros indefensos los aniquilaron –en una cifra impresionante de cuatro mil seguidores–sin compasión, entre fuerzas del Estado y criminales, que se han dado en llamar fuerzas oscuras.

Este acumulado histórico lo sabe la insurgencia y no creo que sea historia muerta para ella, ni tampoco, como dicen algunos dirigentes de la derecha, que hoy las cosas han cambiado. En política las cosas no cambian tan fácilmente: la derecha se une por sus intereses y la izquierda se divide por ideas. El grueso de la población, el pueblo, requiere de un momento histórico para cambiar radicalmente la política; ese momento histórico siempre es aplazado con reformas para seguir igual, y procesos de paz fallidos.

Hoy los dirigentes políticos gubernamentales carecen de credibilidad porque son muchas las ocasiones en que niegan lo evidente, dicen estar por la paz y escalonan la guerra, dicen apoyar a los campesinos y establecen tratados de libre comercio que los aniquilan, dicen estar por la salud como un derecho pero sus reformas legitiman las ganancias de sus dueños en detrimento de la salud y la vida, dicen estar por la educación como derecho pero apuntan a privatizarla y venderla como mercancía, dicen estar por el medio ambiente pero facilitan a transnacionales foráneas saquear los recursos naturales por pírricas regalías destruyendo los bosques, contaminando las aguas, construyendo desiertos que verán nuestros nietos, dicen estar por la paz y estigmatizan a sus interlocutores.

Un proceso de paz donde la guerrilla depondrá las armas sin entregarlas, porque es su garantía de cumplimiento de los acuerdos firmados; donde el gobierno tiene intereses inmediatos y quiere una rendición para desconocer los acuerdos; donde el pueblo está de espalda y marginado, no es un proceso con final feliz.


Espero y deseo equivocarme.