sábado, 27 de febrero de 2010

Nobleza obliga.

Una dama del siglo XVIII, muy dada a los placeres, le decía a un noble muy borracho:
-¿Creerás que en diez años que llevo de viuda, nunca he tenido ganas de volverme a casar?
-Te pasa lo que a mi –replicó el noble–, desde que bebo no tengo sed.

viernes, 26 de febrero de 2010

Descendencia.

Un necio, que daba gran importancia a los pergaminos, negó que el gran novelista Honorato de Balzac descendiera de la ilustre familia de los Balzac de Entrangues.
-¡Ah! ¿Así que usted cree que no desciendo de ellos?, –dijo Balzac– pues lo siento por ellos. 

jueves, 25 de febrero de 2010

¡Ah, “Talego” Ramírez!

-Víctor, quiero excusarme porque no podré ir al lanzamiento de tu libro, este 22 de diciembre de 2009, debido a compromisos con las novenas de navidad que contraté con acordeón.
-Estás excusado, Carlos.
-Te prometo que esta vez leo tu libro y no lo cana-leo, como los anteriores.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Campaña política original.

Ahora que estamos en vísperas electorales, para mandar a representantes y senadores al Congreso de Colombia, me acuerdo que hace seis años hubo una dama de escasas carnes y abundantes huesos, de intensa e incongruente tendencia política que se lanzó como candidata al Concejo Municipal de Popayán. Tenía un único lema de campaña: “Fuera gringos de Colombia”. Bueno, pues la dama luego de una persistente campaña (todos los días salía al Parque Caldas con su pancarta descompuesta y pobre, denostando contra el imperialismo yanqui) no salió elegida y, en consecuencia, los gringos no se fueron de Colombia y el imperialismo yanqui no se cayó.

martes, 23 de febrero de 2010

¡A trabajar!

Lo dijo la secretaria del IDU por Caracol radio, el 19 de febrero de 2010 a las 8 y treinta minutos de la mañana, cuando se cambió de contratista de las obras de la calle 26 en Bogotá, del Consorcio Nule a Conalvias:

“Aquí estamos parados empezando las obras”.

lunes, 22 de febrero de 2010

Las relaciones públicas fabrican gerentes.

En cierto vuelo internacional, en el aeropuerto Eldorado de Bogotá, se presentó el siguiente diálogo entre un pasajero y una vigilante de seguridad privada, rubia innatural, gordita y bajita:
-Señor, esa crema de afeitar no la puede llevar como equipaje de mano –advirtió la pequeña rubia–.
-¿Por qué, señorita?
-Esos elementos que contienen aerosol no son permitidos por seguridad.
-¡Ah, qué vaina! Aunque esa crema no contiene aerosol, entonces se la regalo señorita, está nueva.
La vigilante, con un movimiento grotesco, cogió la crema y la tiró a la basura, sin emitir palabra.
El señor, seguramente ejecutivo de una importante empresa, al ver esa actitud soberbia de la chiquita de seguridad, atinó a decir:
-Señorita, la felicito, usted ya está lista para ocupar la gerencia de cualquier cosa.

viernes, 19 de febrero de 2010

Negro rico, negro Hidalgo.

El negro Hidalgo, carpintero de los de antes, compró un billete de la Lotería del Cauca. Cogió la tira de diez fracciones y la fijó con cola (un pegante) en la puerta de entrada. Pues resulta que ese billete fue el ganador; el negro Hidalgo ante la imposibilidad de desprenderlo en buenas condiciones, sacó la puerta y fue a cobrar el premio. Con puerta y todo se lo pagaron.
El negro, ya rico, cambió de condición social y estado civil porque se separó de su mujer, negra como él. Se casó en segundas nupcias con la hija de Barragán, blanca y de buena familia.
Para adelantar un negocio, que se veía jugoso, Hidalgo fue al Banco del Estado a que le prestaran una plata. El gerente hizo el estudio y determinó que no le podía prestar porque ponía en grave riesgo el patrimonio familiar, algo que hoy no se hace. El negro, ya en la puerta del banco, se ajustó el corbatín, se puso los pulgares en el chaleco y se quejó:
-¡Si esto hacen con uno, cómo será con el pueblo! 

miércoles, 17 de febrero de 2010

Política de andén.

Caminando por las calles de Popayán apareció un reportero de televisión que estaba abordando a los transeúntes para preguntarles sobre los acontecimientos de actualidad. Yo iba detrás de un ciudadano, de caminar pausado y actitud inteligente, que fue entrevistado y me quedé oyéndolo:
-Señor, ¿por favor nos da su opinión para TV Cable de Pipián?
-¿Sobre qué?
-Bueno, sobre la emergencia social decretada por el gobierno. ¿Usted está de acuerdo con los decretos expedidos?
-Sí, señor.
-¿Sí? ¿Está de acuerdo con utilizar las cesantías o endeudarse con un crédito bancario para atender un problema de salud que no está en el POS?
-¡Sí!
-¿Está de acuerdo con que los médicos receten lo que se les ordena?
-¡También!
-¿Está de acuerdo con pasar por dos juntas, una de médicos para saber si requiere atención especializada y otra de finanzas, para ver si el enfermo o su familia es solvente o no, para atender su enfermedad?
-¡Claro! Estoy de acuerdo, siempre y cuando el gobierno dicte un decreto donde conceda libertad a todos los ciudadanos para afiliarse o no, al llamado sistema de salud. Mejor dicho, que no sea obligatorio afiliarse al sistema de salud.
-¡Pero eso no es posible!
-Entonces, tampoco es posible la emergencia.
-¿Y usted qué opina sobre la propuesta de planeación nacional de adoptar un salario mínimo diferencial, de manera que los municipios y departamentos pobres, tengan un salario menor y los llamados ricos tengan uno mayor?
-¡También estoy de acuerdo!
-¿También?
-Sí. Con tal que, a los que se les rebaje el salario, también se les rebaje el costo de los servicios públicos, de educación, de salud y de la gasolina, en la misma proporción.
-¡Pero el gobierno no va a hacer eso!
-Entonces, tampoco es posible la propuesta.
-Con todos estos problemas, ¿cómo ve usted al gobierno?
-Como a un gobierno de estreñidos.
-¿Cómo así?
-Sí. Este gobierno se la pasa haciendo grandes esfuerzos, según lo dice el presidente y sus ministros, pero su resultado es pírrico. Lo mismo que hace un estreñido.
-Muchas gracias, señor.

lunes, 15 de febrero de 2010

Timidez parroquial.

Danielito, venido de los lejanos pueblos del sur, llegó de súbito a estudiar Derecho en la Universidad del Cauca. Era un cambio abrupto pasar de la ingenuidad parroquial de su tierra a la viveza atropellada de la ciudad. Danielito, ya al final del primer semestre, sustentó un trabajo que mereció el aplauso general de sus compañeros; ellos aplaudían no tanto por la calidad del trabajo, sino porque todos creían que era mudo, y esa vez habló.

domingo, 14 de febrero de 2010

Lo que enseña La Revolución Francesa.

Del libro “El rostro de la multitud” del historiador George Rudé, extraemos el modelo de estudio de las revoluciones (no separadas, no generales, sino una composición de las dos). “Este es el modelo de Lenín, que requiere cuatro desarrollos donde el cuarto es el más definitivo:
-Una crisis entre la clase dirigente.
-Una aguda fase en el sufrimiento y el resentimiento del pueblo.
-Una actividad política cada vez mayor por parte de los grupos disidentes, tanto si pertenecen a la clase dirigente como si no.
-El factor “subjetivo” o humano de la clase revolucionaria para tomar medidas revolucionarias en masa, lo suficientemente fuertes como para quebrantar (o disolver) el antiguo gobierno, que no cae nunca –ni siquiera en periodos de crisis– a no ser que sea derrocado. Quiere decir un enfoque alternativo de liderazgo que quisiera y pudiera asumir el poder.

Tomando como modelo La Revolución Francesa y mirando donde las ciudades fueron determinantes para que ocurriera la revolución como Rennes, Dijon, Grenoble y París, nos ubicamos en Dijon. Aquí se puede trazar el desarrollo de tal mentalidad señalada en el cuarto punto anterior a partir de cuatro niveles:
-El primero. Nivel preliminar “inherente” a los motines por el pan de 1775, exentos de cualquier intrusión política externa.
-Segundo. Un punto de politización elemental en la adopción de la consigna “¡Vive le Parlement!”, (lo mismo que en París) que comenzó hacia 1784 y continuó hasta 1788.
-Tercero. En el año 1788, una identificación más cercana al Parlement en su desafío al “despotismo” real, una creciente crisis de conciencia y la primera asimilación de las ideas “filosóficas”.
-Cuarto. Una unión de pueblo y burguesía contra la aristocracia y la monarquía absoluta (invirtiendo, por tanto, la vieja asociación aristocrática-popular) en el verano de 1789”.

Agreguemos, para finalizar, que como detonante de la crisis económica, que condujo a esa etapa final del comienzo de La Revolución Francesa, que afectó a los agricultores y más tarde a los industriales,  fue la irrupción de  “la desocupación, que ya estaba acentuándose a causa de un tratado de “libre comercio” firmado con Gran Bretaña en 1786, llegó a alcanzar proporciones desastrosas para París y los centros textiles de Lyon y el norte”. (La Revolución Francesa, George Rudé, 2004. Pág. 26)

viernes, 12 de febrero de 2010

Cuentas fúnebres.

En pleno velorio por la muerte de la madre de Jorge Luis Borges, se acerca una señora y se dirige compungida, al hijo:
-¡Cómo lo siento, don Jorge Luis! Que haya partido su señora madre, es una pena muy grande. Tenía 99 años y sólo le faltó un año para llegar a los cien.
El maestro interrumpió su duelo para definir esa pena:
-Veo, estimada señora, que usted es muy devota del sistema decimal.

jueves, 11 de febrero de 2010

Unidad que bosteza.

Un español de nombre Eugenio Sellés, contaba que una esposa decía a su marido:
-¿Estás a mi lado y bostezas?
-¿Qué quieres?, –respondió el esposo–. El marido y la mujer no forman más que uno solo y yo, cuando estoy solo, me aburro.

miércoles, 10 de febrero de 2010

martes, 9 de febrero de 2010

Viaje perdido.

Cuando se viaja, hay que adoptar la predisposición de aprender, no de otra forma el viaje se vuelve placentero.
¡Cuántos alcaldes nuestros han viajado a Europa y no aprendieron algo que fuera aplicable en su municipio! Si usted quiere quitarse de encima a un pedante, que hace ínfulas de sus viajes, pregúntele qué aprendió, verá que deja de inflarse como bimbo.

Hace unos meses tuve una desilusión tan grande como el viaje a la luna de los gringos. Una chica de hace treinta y cinco años – cuando la minifalda hacía furor y causaba rubor–, regresó de un viaje por California, Estados Unidos; viaje que lo repetía cada año para visitar a su familia. Ella, según sus familiares, estaba radicada desde hace un poco más de veinte años en la ciudad de San Francisco. Aproveché la oportunidad de un encuentro casual, para conversar con la joven de ayer, ya madura, sin minifalda, sin las piernas que causaban rubor y sin la belleza que lastimaba los ojos de la juventud. Pero esta no fue la desilusión mayor; total los años pasan y repasan dejando unos surcos inocultables donde la piel es débil y los sufrimientos se repiten, así nos creamos exentos de sus consecuencias. Aunque tengamos en la memoria la imagen de hace treinta y cinco años, sabemos que después de ese tiempo algo ha cambiado, sin embargo nos sorprendemos como si no quisiéramos aceptar los efectos de la acumulación de los calendarios al enfrentar la realidad presente. Ella se sorprendió menos, cuando me vio, porque en ese lejano almanaque yo no era motivo de su interés, así tuviera una vaga idea de quién era. La sorpresa me asaltó a mí porque tenía la visión de la joven fresca, risueña y atrevida que se desvivía por un amigo mío más flaco que yo pero que bailaba bonito. A ella le encantaba el baile. Ahora, yo no sería capaz de invitarla, ni ella de salir. ¡Cosas del tiempo! ¡Cosas de la fragilidad humana!
La desilusión máxima apareció en el transcurso de la conversación. Le pregunté por California y no tenía idea de ese Estado de la Unión Norteamericana. No sabía qué era el Golden Gate, desconocía los tranvías impulsados por energía de corriente directa, no había visto el mar, no sabía inglés. Quedé frio. ¡Veinte años perdidos! ¿Dónde diablos había estado metida esta dama que sólo conocía los aeropuertos y la casa que habitaba? No quise ahondar en preguntas que podrían resultar molestas y me limité a escucharla desgranando recuerdos de Colombia, cuando era una promesa por cumplir. Lo único que sabía, se lo había enseñado nuestra tierra, encarnada en su mamá y las profesoras del Colegio San Agustín. Tal parece que había cerrado su entendimiento a las experiencias de un viaje de ensueño, a los azares de una mujer adulta, privilegiada por encontrarse en un lugar de idilio, que había escapado para alcanzar, tal vez, un sueño y sólo llegó a una frustración de conocimientos.

Vino entonces, como tardío consuelo a mi memoria, esa enseñanza, envuelta en una anécdota, que en mil novecientos ochenta y cuatro nos impartió el rector de la Universidad del Cauca, Hernán Otoniel Fernández, sobre cómo observar el mundo que nos rodea:

“Una vez estaba en Florencia, en Italia, y salimos a visitar Florencia. Llegué al bus, me senté y llegó un compatriota nuestro y le dijo a la guía española: sabe que no me gustó Florencia, es una ciudad llena de basura, sucia, en otros términos, horrible. Y la guía le contestó: si usted hubiese levantado la cabeza, por lo menos se habría encontrado una escultura de Miguel Ángel”.

domingo, 7 de febrero de 2010

Premio a la codicia.

Una actriz, amante furtiva de Napoleón Bonaparte, vio en la habitación de éste un retrato suyo enmarcado en diamantes. Codiciosa, le hizo una petición:
-Me gustaría tener el retrato de mi emperador.
-Pues es fácil –respondió Napoleón sacando del bolsillo de su casaca una moneda de cinco francos–, toma éste que es el que más se me parece.

sábado, 6 de febrero de 2010

POLITICA

Bajo el capitalismo, todos trabajan para beneficio de unos; bajo el socialismo, todos trabajan para beneficio de todos.
Para poder determinar la naturaleza de los sistemas políticos es necesaria la connotación histórica; al fin de cuentas la historia va unida al advenimiento de los pueblos y los pueblos y comunidades son la razón de ser de la política.
En el mundo civilizado -así se llama la humanidad que excluyó a África y América- primero fue la propiedad privada sobre la tierra, luego el instrumento para su defensa o despojo, hordas violentas que derivaron en ejércitos de dominación; segundo fue la religión, la legitimación de la propiedad privada -ya no solo sobre la tierra- arrogándole un origen divino y subyugando ideológicamente cualquier intento de rebeldía.
La propiedad privada es el pretexto para los desacuerdos entre seres humanos, causa de guerras y permanentes conflictos. En el mundo civilizado se tiraron cercas para marcar el límite de la propiedad; luego se hicieron murallas, que cumplían la doble función de delimitación y defensa y finalmente se inventaron las fronteras, que indican que quien está al otro lado es un enemigo si la traspasa. Los del otro lado piensan igual. Ambos se volvieron antagónicos y fortalecieron su defensa, que cuando sobrepasó la capacidad militar del vecino entonces se hizo agresiva, en términos más modernos, conquistadora.
El país conquistador acude a la religión para asentarse con legitimidad; invoca un poder divino que autoriza al conquistador someter al conquistado y quien se oponga será juzgado y condenado por la voluntad de Dios. Los preceptos de esa religión deben ser observados y cumplidos sin oposición ideológica, de esa manera se inhibe la facultad de pensar. La religión justifica y autoriza el castigo al rebelde: a mayor dolor, mejor purificación. De ahí que el terror y la tortura física, montados en público espectáculo, era un deleite para los conquistadores y drástica advertencia para los conquistados. Dios autoriza el terror contra los herejes, es más, lo obliga cuando es imperativo defender la religión y la propiedad privada ahora escriturada al usurpador.

Hasta aquí, las comunidades (vale decir el pueblo), son adoctrinadas y manipuladas por el poder supremo que se encarna en el rey. Estas comunidades no tienen ninguna ingerencia en el designio de su rey y mucho menos en la adopción del sistema político que las rige.

En el transcurso del desarrollo de esta civilización aparece el dinero como valor de cambio que sustituyó el trueque, forma elemental de intercambio. Parejo con el dinero nace el concepto de acumulación, que más tarde fue bautizado como capital y quienes dominaron el capital dominaron el poder, fundamentados en un concepto simple: quien tiene manda, quien no tiene obedece.
Los reyes comienzan a tambalear; algunos se caen, otros se vuelven más déspotas y los más visionarios empiezan a acumular capital, como quien dice nueva forma de poder. Estos últimos aún sobreviven bajo la nebulosa de un poder ficticio y un capital permanentemente renovado por ley de impuestos.
La historia cuenta que los reyes que cayeron, se aislaron de sus comunidades y permitieron el despotismo de sus ministros, lo cual conllevó a una reacción de ese pueblo que sustituyó esa forma de poder por otra, donde los asociados dictaron sus propias leyes, escogieron el sistema político, el comunismo -que aún así no se llamaba- que los había de regir y empezaron a gobernarse. Fue la única vez que el pueblo alcanzó el poder. A ese aparte de la historia lo llamaron Las Comunas de Paris, en 1871. Fue el detonante de la sociedad burguesa y la irrupción de la política contraria: La democracia, algo así como una transigencia de los capitalistas con el pueblo para alejarlo del comunismo. La democracia le da la posibilidad al pueblo de elegir a sus gobernantes, previamente seleccionados de los círculos capitalistas; implanta el sistema de seguridad social como un gran avance político y permite, hasta cierto punto, que el individuo, no la comunidad, acumule capital.
Lo demás sigue igual: el ejército -y la policía- que sostiene ese sistema político con el argumento de conservar el orden público; y la iglesia, que bendice las actuaciones de los gobernantes y las armas que los amparan, bajo la legitimidad del monopolio de la fuerza.
La burguesía le teme al comunismo porque al desaparecer el Estado, el pueblo es quien gobierna para si mismo; desaparecen las castas privilegiadas, la división de clases sociales, la propiedad privada, la acumulación de riquezas en beneficio individual; no hay razón para la existencia de un ejército, ni de armas, ni de la religión como apéndice de un poder excluyente; se hace normal la justicia. El bienestar ciudadano es la suprema razón del desarrollo y este se alcanza con el trabajo común y ordenado, cuyo fruto se irriga entre todos los asociados. A este sistema político la burguesía lo llama utopía, porque bajo su punto de vista, que ha inculcado entre sus súbditos -la religión cumple ese papel- siempre habrá gobernantes y gobernados, pobres y ricos, doctrinarios y herejes, héroes y villanos, que es la esencia ideológica de la democracia capitalista.

Pero en este estadio triunfa una variante del comunismo en algunos países de Europa y Asia, a comienzos del siglo XX. Esa variante política incluye al Estado como depositario inicial del poder común: el socialismo. También fue el socialismo la alerta máxima de la burguesía que consideraba la democracia capitalista  consolidada en el mundo civilizado. Es, entonces, cuando se inventan los sistemas totalitarios -tales como el nacional socialismo y el fascismo- con el último propósito de evitar que los pueblos se adhieran al socialismo. Surgen estados militaristas con intensos ingredientes de fanatismo por una causa religiosa racial que empiezan a aniquilar entre sus mismos asociados a quienes consideraban sus enemigos, siempre a los llamados excluidos, pobres o marginados, opositores al régimen, potenciales seguidores de las tesis socialistas. Se montan guerras justas, según lo califican quienes detentan el poder capitalista, con argumentos tan vacíos como la defensa de la libertad, la defensa de la democracia y la defensa de la religión. Todos conceptos hueros inventados por los mismos capitalistas para aferrarse al poder y la riqueza. (Hoy se aplica la misma fórmula, solo que a escala menor entre países denominados democráticos.)

Cumplido el propósito de disuadir a los pueblos de adoptar el socialismo como sistema político de gobierno, se eliminan los estados totalitarios y vuelve el remanso de la democracia en tira y afloje con los países socialistas que sobrevivieron a la hecatombe.

Ahora estamos aquí. En el mundo hay estados socialistas y capitalistas, aunque estos últimos niegan la existencia de los primeros, los ignoran o los  vilipendian.
Vamos a referirnos, en las siguientes líneas, al mundo no civilizado: África y América. De África es muy poco lo que podemos decir por falta de información; bástenos saber que era una civilización que iba por otra vía y fue cruelmente sometida por los conquistadores europeos -ellos se autodenominaban colonos-, hasta el punto de truncar su forma de vida, esclavizarla, saquearla, masacrarla y dejarla en la inopia, aún hasta nuestros días.  

De la América prehispánica, la historia escrita que tenemos es la misma que nos contaron los conquistadores españoles. “La historia la escriben los vencedores”. Los españoles les atribuyeron a los nativos sus propios vicios, aberraciones y conductas criminales, que los aborígenes no tenían, con el ingrediente de la exageración, bajo el epíteto de salvajes. (Hasta Kant, el filósofo alemán que nunca estuvo en América, se atrevió a sentenciar, después de escuchar y leer las crónicas españolas: “Los indios son incapaces de civilización y están destinados al exterminio”.) En sus escritos, los conquistadores españoles buscaban varios propósitos: magnificar sus proezas, justificar sus matanzas, legitimar sus despropósitos y como no tenían un punto de referencia para identificar una cultura nueva, simplemente señalaron  a los nativos como enemigos, como lo habían sido los moros, solo que terriblemente atrasados porque no tenían la religión, ni el ejército, ni las armas de ellos. Así, cualquiera es guerrero; todos los que arrasaron a seres indefensos fueron criminales, así nos digan los historiadores hoy, que tenían su forma de pensar que los excluía del crimen.

La cultura americana antes de la llegada de Cristóbal Colón era una cultura de conocimiento, de desarrollo social, de organización humana, de profundo respeto por los seres vivos y la naturaleza. No se conocía la violencia como forma de resolver conflictos entre sus asociados; sus comunidades eran autónomas e interrelacionadas entre si. Tampoco era un paraíso donde no pasaba nada, pero sus conflictos eran diferentes y siempre tenían como fundamento la aplicación de los conocimientos al bienestar de todos. Las crónicas españolas se refieren a los nativos americanos en términos de violencia, que estos desconocían, hasta el punto de atribuirles sacrificios humanos, canibalismo, sevicia, que más parece su propia radiografía hispana. Ningún descubrimiento arqueológico  ha comprobado que los nativos americanos usaran armas para aniquilar seres humanos, tampoco que sus momias hayan sido asesinadas con sevicia como lo pregonaron los españoles en sus escritos. Antes bien, cuando se ha descubierto que un niño fue embalsamado y enterrado con honores, su muerte no ocurrió por un supuesto sacrificio, seguramente murió en hecho accidental y el proceso ceremonial se hizo con el afán de prolongarle la vida, o perpetuar su recuerdo. Esta actitud dice más del profundo respeto por la vida de los antiguos americanos, que lastima la calificación de salvajes de quienes se dicen civilizados.
Los americanos prehispánicos desconocían el concepto de propiedad privada. Ni la tierra, ni el aire, ni el río, ni las plantas, ni los hijos  eran de alguien. Todos los integrantes de la comunidad disfrutaban de estos beneficios y los cuidaban como proceso natural de conservación de la especie. Aún recientemente, en el siglo XIX, dijo el gran jefe SHEALT de los Sioux, nativos norteamericanos  al presidente de los Estados Unidos, quien pretendía comprar tierras: “¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o el resplandor del agua. ¿Cómo nosotros podemos vendérselos? Nosotros decidiremos a nuestro tiempo. Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente”.
Como no había propiedades no había disputas. Los niños eran parte de la comunidad y por tanto la comunidad los cuidaba y protegía hasta cuando alcanzaran la madurez. Tampoco se tenía ese concepto de familia nuclear: papá, mamá e hijos, lo cual contribuye a la dispersión de la comunidad y genera egoísmo entre los asociados.

Los vestigios y ruinas precolombinos nos dan una idea aproximada del desarrollo científico alcanzado, que fue notable, al carecer de instrumentos que el mundo civilizado ya poseía.
Hoy asombran sus construcciones por la simetría y la perfección de sus líneas; por el desarrollo matemático y también por la cualidad de integración a la naturaleza sin ofenderla, ni agredirla. Sabemos que los antiguos americanos poseían un conocimiento avanzado sobre el magnetismo y los campos magnéticos; de ahí que sus construcciones, exentas de radiación, tienen un alto componente magnético que las hace agradables para habitar y sanas para convivir. Es probable que supieran de la propiedad del magnetismo para mover grandes masas y cortar rocas, solo que nosotros desconocemos cómo lo hacían. Podríamos seguir numerando otros importantes logros científicos pero no es el propósito de este artículo; bástenos saber que muchas comunidades americanas desaparecieron después de la llegada de los españoles, en forma misteriosa y no dejaron el menor indicio de por qué lo hicieron. Nos atrevemos a aventurar una hipótesis, resultado de la búsqueda de los científicos modernos: sus conocimientos podían desarrollar o destruir el mundo vivo; era entonces imperativo que no cayeran en manos de criminales, como los invasores que llegaron a arrasar toda una cultura.   

Otra de las grandes mentiras sobre nuestra cultura americana es atribuir el concepto de religión primitiva a la personificación de los fenómenos benéficos tales como la lluvia, el sol, el viento, el fuego, el agua, la tierra. Desde la antigüedad se conoce el interés del hombre por agradecer los beneficios que soportan la vida y la forma más elemental de hacerlo es convertirlo en ser vivo con quien se interactúa, con quien se habla. Así, por ejemplo, se agradece a la madre tierra por los frutos que entrega para alimentar la vida. Esto lo hacían los americanos sin pretender inventar un ser sobrenatural, dueño de todas las cosas y de todas las vidas, con voceros terrenales. Los americanos no tenían religión y en consecuencia poseían en grado sumo y ejercían, la facultad de pensar.

Su organización política era comunitaria, sin diferencias sociales, sin estado, sin jefes, sin reyes, sin ejércitos de defensa o agresión, sin religión, sin fronteras; solamente los más sabios eran los orientadores de la comunidad. Los españoles no entendieron esto, lo consideraban signo de atraso total y por eso arrasaron y sometieron, con los peores vejámenes, a este pueblo maravilloso; si hasta se inventaron imperios donde sólo había organizaciones sociales que vivían en armonía, sin medios de defensa y ataque porque no los necesitaban.

Hoy América es una mala copia del mundo civilizado; tiene magnificados todos los errores y vicios de ese mundo y carece de la virtud suprema de los pueblos precolombinos: El respeto por la vida. Volver a esta virtud implica, para las nuevas generaciones, conocer los horrores de las guerras que ya conoció Europa y aún faltan muchas guerras en América para entender que nuestros antepasados tenían razón.

El resultado de todo lo hasta aquí expuesto, es poner de presente que todos los pueblos tienen su dinámica social y política y todos tienden hacia un mismo propósito de desarrollo y bienestar. En ello juega papel decisivo, el sistema político de gobierno. El ideal futuro es que todos los pueblos sean uno solo, políticamente. Sin estado, sin religión, sin fronteras, sin ejércitos, sin propiedad privada, sin acumulación de riquezas, sin armas; con progreso permanente, con respeto a otras culturas, con dificultades fácilmente solubles bajo la unidad y diversidad, con bienestar común, con objetivos de unión y no de desavenencia.

Es posible la utopía.

Miami, barrio de Cuba.

Guillermo Muñoz Velásquez, quien por su aspecto gringo viaja con frecuencia a Estados Unidos, apenas lo ven los agentes de inmigración (negros o latinos) no le piden visa, escasamente el pasaporte para comprobar, por la foto, que es sajón del norte de Alemania, más colorado que la papa de Totoró, Cauca. Pero no hay tal, es tan colombiano como la mazamorra de maíz pilao. Guillermo, me contaba lo siguiente:
“Iba en bus urbano y me dirigí a una señora para preguntarle dónde me bajaba que me quedara cerca a la clínica Juan XXIII.
La señora resultó cubana y me dijo algo no muy claro; las demás personas también me orientaron con indicaciones ininteligibles para mí; igual eran cubanos. Después de un rato todos los pasajeros hablaban al mismo tiempo para señalarme el sitio en acento cubano, de donde sólo rescataba las palabras colombiano, chico y Barranquilla. En definitiva, no sabía dónde bajarme hasta cuando paró el bus y el conductor me indicó, con la mano, que allí era. Me bajé, le di las gracias. No le entendí lo que me dijo porque también era cubano”.

martes, 2 de febrero de 2010

Paraíso tranquilo.

Daniel, propietario de una finca en tierra caliente iba con suficiente comida para el fin de semana y pasó por la ciénaga de su propiedad. Oyó voces femeninas, se acercó y comprobó que había tres damas jóvenes, desnudas, bañándose tranquilas con la seguridad de no ser observadas. Cuando vieron a Daniel de inmediato se metieron al agua hasta el punto que les llegaba al cuello. Y le gritaron molestas:
-¡Señor! Si usted no se va, nosotras nos quedaremos aquí.
Daniel, relajado, parsimonioso, se sentó como dispuesto a ver un espectáculo único y respondió:
-Les advierto señoritas que yo no tengo ningún afán. Sólo vine a darle de comer al cocodrilo.