miércoles, 30 de septiembre de 2009

P’a que vea



Para que vean que todo lo moderno no es bueno.  En Medellín se nos enfermó “El indio” -así le decimos a mi hermano acanelado que parece inca nacido en Tóez- de un ojo.  Lo tenía rojo y no veía ni el Metro.  Buscamos un remedio que se llama Garasone, gotas, en la primera farmacia que encontramos, moderna, limpia y con unos diligentes empleados.

-Señor, ¿tiene Garasone en gotas?

-Ya le digo.

El empleado fue hacia un aparato que se llama ordenador; tecleó el nombre, el código y no sé qué otras vainas, y se demoró porque no aparecía la respuesta.  Volvió hacia nosotros y nos preguntó:

-¿Seguro que el remedio que buscan se llama así?

-Sí.  Se llama Garasone.

-¡Ah!  Yo lo busqué como Pasarone.

Volvió a enfrentarse al ordenador, que en esta oportunidad le respondió.

-Sí, lo tenemos.

-¿Cuánto vale?

El diligente empleado otra vez tecleó el nombre, el código y no sé qué otras vainas, y le preguntó al ordenador el precio.

-Es “cariñosito”, vale treinta y ocho mil pesos.

-Gracias, señor.

Nos pareció caro y buscamos otra farmacia; dimos con una por los lados de Carabobo atestada de remedios, modesta, con dos empleados, medio oscura, que no tenía ordenador.

-Señor, ¿tiene Garasone en gotas?

De inmediato el dependiente respondió dirigiéndose al sitio donde estaba el medicamento:

-Sí, lo tenemos, vale treinta y dos mil pesos.

Nos lo mostró, lo compramos y le echamos las primeras gotas a “El indio”, que dijo descansado:

-Me refrescó, ya veo mejor.

martes, 29 de septiembre de 2009

¡A beber, pues!

En Santa Fé de Antioquia existe un bello puente colgante sobre el rio Cauca, en su momento considerado el puente colgante más largo del mundo. Fue construido por el ingeniero José María Villa Villa entre 1887 y 1895.
José María Villa Villa era un ingeniero muy particular, no usaba planos sobre el papel; los llevaba en su cerebro. Cuando quería aclarar un aspecto técnico a sus ayudantes, trazaba los apartes del plano sobre la arena de las playas del rio Cauca. La playa mostraba el plano y el río después borraba. También bebía con fruición el aguardiente que producía la tierra antioqueña; era su segunda razón de existir.
En los festejos que se hicieron para celebrar la terminación del puente, después de pasar cincuenta bueyes sin que el puente los sintiera, la multitud gritaba entusiasmada:

-¡Que viva Villa! ¡Que viva Villa!

Y él les corrigió:

-¡No! ¡Que beba Villa! ¡Que beba Villa!

Genealogía enredada

-Maestro Valencia, ¿usted no ha revisado su árbol genealógico?
-Intenté, pero me encontré con un chamicero…

lunes, 28 de septiembre de 2009

Sí, señor

Cuando visitaba a la preciosa Sultana del Valle, antes de que las bellas caleñas tuvieran la opción de montar en el Mio, decidí almorzar por donde es más barato y sabroso: la avenida sexta.
Busqué el lugar externo de un restaurante de amplia demanda, donde me permitiera ver el cielo infinitamente azul y ser golpeado por la brisa en un día más caluroso que lo normal, protegido del sol por unas amplias sombrillas empotradas a las mesas. Inicialmente me atendió una señora, a quien le pedí lo que quería: sancocho y bandeja valluna, exenta de chicharrón. Estaba mirando la surtida pasarela, que es la avenida sexta, mientras llegaba el pedido, cuando otro señor, seguro el dueño del restaurante, se acercó y me preguntó:
-Patrón, ¿ya lo atendieron?
Respondí entonces con algo de molestia por la interrupción visual:
-Sí, señor; pero yo no soy patrón.

Apareció humeante el sancocho con grandes trozos de plátano cocinado, con sabor a gallina campesina, que procedí a degustar con la voracidad de un hambre atrasada. Lo terminé y volví otra vez la vista a la pasarela.
Apareció el dueño.
- ¿Le gustó el sancocho?, maestro.
-Delicioso, muchas gracias; pero yo no soy maestro.

Me trajeron la suculenta bandeja que dejó en segundo lugar de interés la pasarela y el desfile interminable de bellezas escapadas del verano; procedí a olvidarme de todo el entorno para atacar el arroz blanco encebollado, la carne sudada revuelta en hogao, las papas paramunas casi en término de puré y el plátano frito estirado a manera de dulces y blandas tajadas. Cuando terminé, se acercó otra vez el dueño para retirar la vajilla y exclamó con una pregunta:
-¡Se comió todo! ¿Tenía hambre, el señor?
-¡Ah! Los buenos platos excitan y satisfacen; y sí, esa es la palabra justa, yo soy señor.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Cuestión de negocios

Un pastor se dirige a un abogado:
-Doctor, ¿usted quiere ser testigo de Jehová?
-Pues yo no vi el accidente, pero podemos negociar.

viernes, 25 de septiembre de 2009

En familia

Misael Enríquez, era el papá de Guido. Vicente Paredes Pardo, gran amigo de la casa, hizo este epigrama para celebrar un acontecimiento de familia:

Pues ayer se metió de cura

el hijo de Misael.

Le veremos la tonsura

cuando celebre misa él.

Felipe García Quintero


1973 fue un año de importancia poética para Bolívar, Departamento del Cauca, Colombia, pues en ese temporal periodo de doce meses nació Felipe García Quintero. Realizó estudios de Literatura y Lengua Española en la Universidad del Cauca, Crítica Cultural en Quito, Ecuador, y Filología Hispánica en Madrid, España.

La primera producción poética de Felipe García Quintero que se asomó internacionalmente, mereció el IX Premio Internacional de Poesía “Encina de la Cañada” Madrid, España, está expuesta en su libro Vida de nadie:

“Muchacha, montaña mía, ahora que el camino es el viento donde el polvo de la casa que sostiene mis huesos se entrega a su paso, y cualquier voz es agua para mis ojos, ignoro el real motivo de estas palabras:

Y vez, te lo dije un día y lo repito en su noche: no soy más que un árbol en el bosque de la intemperie. De tanto esperarte he terminado por ser una más de ellos, quienes han sido los únicos que han recibido mi cansada paciencia entre su aire.

Mírame muchacha, ya el gesto de mi abrazo ha hecho ramas en mis manos. Tengo cubierto el cuerpo de parásitas y llevo sobre mi espalda los cabellos crecidos de insectos y con aroma de orín. Mientras te hablo llegan a mí los pájaros que han construido su nido en mi voz con las pajas secas de mis venas.”

Felipe García Quintero publicó los libros de poesía Señales de Tránsito en 1997; Vida de nadie en la Editorial Altorrey de Madrid en 1999; Piedra vacía, en Ediciones de la Línea Imaginaria, Quito 2001; La herida del comienzo, en Ediciones Alhucema, Granada, 2005; Casa de huesos, una selección de poemas, publicada por Ediciones Gitanjali, en Mérida, Venezuela y más recientemente Honduras de paso, antología poética, de la misma editorial en 2007. De este último título, extractamos:

Sobre el muro

que divide el patio

entre oscuridad y presencia

algunas ramas asoman

hacia la calle

esas manos

cargadas de frutos

que los niños disputan con los pájaros

señalan el cielo

todas las noches

veo a los pequeños

intentar alcanzar

su regreso

cada uno quiere tomar

con su mano

el fruto que sus ojos tocan

el cielo devuelve

sus hojas

y mientras

caen

sus cuerpos crecen

la voz se enturbia

y bajan la mirada

la infancia es el árbol que niega sus dones.

Incursionó en el ensayo, Felipe García Quintero, y resultado de ese ejercicio son sus libros Finca raíz y propiedad horizontal: lectura del legado poético de Rafael Maya, en 1998; La vastedad inconclusa, en 2000; La ciudad de Dios, acerca de la pintura de Efraín Martínez, en 2003 y El cerco. Estudio y antología sobre la crítica del lenguaje en la poesía hispanoamericana del siglo XX, en 2005.

Pero su poesía se expande como el

Viento

1.

¿A quién tu mano busca?

¿Cuál cuerpo, en las alturas, desentierra tu cuerpo?

Tu voz ¿a quién nombra eterno?

2.

Lejos alguien dijo un día, ya sin voz:

Yo lo vi venir, a mis manos llegar.

Otro en su tarde adentro calla y asiente.

3.

Todo ya es latido y ceniza.

4.

Al aire te nombro.

Temblor

mancha pura de la voz.

Digo ardor

oquedad, delirio.

5.

Déjame en tu viaje acompañar mis pasos

soledad del mundo que entregas

¿Dónde tu puerta es ahora,

criatura del hambre,

si en ti mi carne fue comienzo?

En el presente, Felipe García Quintero, dirige la revista de poesía Ophelia, que fundó junto a los poetas Francisco Gómez Campillo y César Eduardo Samboní en 1995; es docente del Departamento de Comunicación Social de la Universidad del Cauca. Y sigue escribiendo.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Alcaldada en Popayán

-Yo como concejal de Popayán, estoy de acuerdo con los proyectos que ha presentado el alcalde, hoy 22 de septiembre de 2009.

-¿Y quién no? Los proyectos son necesarios para la ciudad. Lo censurable es la forma como se van a hacer: entregarlos a empresarios particulares. ¿Por qué no crea el Municipio las empresas para ejecutarlos? Ahí está el ejemplo de Medellín con sus Empresas Públicas, que son técnicas y no politiqueras.

-El Alcalde dice que la Ley 142 lo obliga a contratar con empresas privadas.

-La Ley no obliga, recomienda. Dice que se debe hacer con entes especializados. ¡Pues que los cree! Así sería un servicio y no un negocio y las utilidades quedarían en el Municipio.

-Tenés razón: "eso, es falta de ignorancia."

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Epigrama patojo

Cosa sabida y sin treta

es que en Popayán comulga

por cada nigua un poeta

y un prócer por cada pulga.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Violín bogotano

Con ese humor sarcástico de los santafereños, en Bogotá, donde lo conocen muy bien, le dicen a Lucho Garzón, “Violín”. Porque se agarra con la izquierda y funciona con la derecha.

Yo, no leo

Llegué a las oficinas de la Industria Licorera del Cauca; el doctor de ventas deambulaba por los pasillos. Lo conocía de tiempo atrás cuando compré la primera caja de Ron Añejo que empezaba a vender esta empresa destiladora. Tengo la factura, para que no crean que es paja.

Mi propósito era entrevistarme con el gerente, a quien pretendía mostrarle mi libro Memorias de un hombre común y, de paso, plantear la venta de algunos ejemplares como regalo de fin de año a los clientes especiales. Como el gerente no estaba, entonces fui adonde el jefe de mercadeo, ya no con el propósito que me animaba hacia el gerente, sino con la intención de obsequiarle el libro a este señor sobre quien tenía una grata impresión, a raíz de mi compra de ron hecha un año atrás.

Sobre el pasillo lo abordé y sacando mi libro le dije:

-Doctor, me place mostrarle este libro que escribí.

El alto vendedor lo vio sin mirarlo y, seguro por la afluencia de tanto necesitado que rondaba la factoría en vísperas de navidad, me confundió con cualquiera de ellos.

-Mirá, ahora no estamos ayudando a nadie.

Me sentí casi intruso cuando esperaba una voz amigable, y atiné a decir con humildad:

-Excuse, pero no vengo a pedirle ayuda.

Es posible que el doctor de mercadeo hubiera reaccionado ante esta frase, porque me invitó a seguir a su oficina. Aún llevaba la intención de obsequiarle el libro.

-Mire, señor López, creo que el Fondo de Empleados podría contribuir con la difusión de su libro.

Como ya había pasado por esas agrias experiencias de dar a conocer mi libro entre fondos de empleados sin resultado alguno, le agradecí su gesto y se me ocurrió decir:

-Le agradezco su interés, pero aquí, en nuestro medio, los socios de los fondos los utilizan para prestar plata y nunca para leer.

-Yo tampoco leo -dijo-, nunca he leído libros y me da pereza hacerlo.

Ante esta confesión sorpresiva, cancelé mi intención de obsequiarle el libro y me asaltó una reflexión: cómo habrá hecho este doctor para graduarse en la universidad sin leer libros; debe haber estudiado en una universidad supermoderna que enseña dormido; de no utilizar libros, sus métodos deben ser audiovisuales de quinta generación, donde hasta un sordomudo entiende; basta conectarse unos sensores en el tuste para que se transfiera el conocimiento como una inyección de neuronas usadas.

Es posible que mi atraso generacional no me haya permitido saber que ahora el conocimiento se trasplanta; que se aprende a pensar con cerebro ajeno, sin leer. El doctor vendedor me abrió los ojos: quienes escribimos estamos perdiendo el tiempo; ganamos adeptos si tiramos las ideas al cesto y nos dedicamos a la telepatía.

sábado, 19 de septiembre de 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tango

¿Que el tango es trágico? Ché, papusa, oí. ¿Que el tango es triste? Pianta de aquí. ¿Que el tango es romántico? Enfundá la mandolina. Con el tango los sentimientos se cantan y se bailan; las historias latinas alcanzan las alturas del arte, las emociones son epopeyas diarias, las tragedias son teatro humano de todos los humanos y el amor fluye, con los tropiezos que lo acrecientan.

La forma de sentir y percibir la vida, cambia con los pueblos latinoamericanos, pero la vida es la misma. Por eso nos identificamos en la música, en el arte, en la literatura; por eso las formas cambian, pero el vivir es el mismo. De ahí que nos doblegue un bolero, nos embriaguemos con una ranchera, bailemos con una salsa, un son o un vallenato y estiremos nuestra elegancia con un tango. Sin ser argentinos, nos confundimos con la tragedia, la tristeza y el romance que transitan por el tango.

Tenemos algo en común: somos latinos.

Lo dijo Cristopher Domínguez, crítico literario de México en la 22 Feria Internacional del Libro de Bogotá: Los escritores de nuestra América deberían ser más latinoamericanos en su literatura. Hoy las posibilidades son muy amplias de hacer nuestro, el arte de cualquier rincón de América, que cautive a los latinos.

Demos paso al tango. Mientras suena la música, veamos cómo opera la nostalgia del amor y la insensatez del desamor en versos cargados de tristes

Remembranzas

Letra: Mario Batistella

Música: Mario Melfi

Como son largas las semanas

cuando no estás cerca de mi,

no sé que fuerzas sobrehumanas

me dan valor lejos de ti.

Muerta la luz de mí esperanza

soy como un náufrago en el mar

sé que me pierdo en lontananza

mas no me puedo resignar.

¡Ay! Que triste es recordar

después de tanto amar,

esa dicha que pasó,

flor de una ilusión

nuestra pasión

se marchitó.

¡Ay! Olvida mi desdén

retorna dulce bien,

a nuestro amor,

y volverá a florecer

nuestro querer

como aquella flor.

Tanto el hombre como la mujer ansían un amor y cuando éste se encuentra, no hay dicha mayor; viene la etapa del ensueño mientras se alcanza la posesión. Todo esto lo expresa el poeta en palabras sencillas, en ilusiones cantadas, cuando llegue

El día que me quieras

Letra: Alfredo Lepera

Música: Carlos Gardel

Acaricia mi ensueño

el suave murmullo de tu suspirar,

cómo ríe la vida

si tus ojos negros me quieren mirar;

y es mío el amparo

de tu risa leve, que es como un cantar…

ella aquieta mi herida,

todo, todo se olvida…

El día que me quieras

la rosa que engalana

se vestirá de fiesta

con su mejor color.

Al viento las campanas

dirán que ya eres mía,

y locas las fontanas

se contarán su amor.

La noche que me quieras

desde el azul del cielo

las estrellas celosas

nos mirarán pasar,

y un rayo misterioso

hará nido en tu pelo,

luciérnaga curiosa

que verá que es mi consuelo.

El día que me quieras

no habrá mas que armonías,

será clara la aurora

y alegre el manantial,

traerá quieta la brisa

rumor de melodías

y nos dirán las fuentes

su canto de cristal.

El día que me quieras

endulzará sus cuerdas

el pájaro cantor

florecerá la vida

no existirá el dolor.

Enrique Santos Discépolo, es considerado el poeta del tango por esa aproximación que tiene del drama humano que expresa el tango. Pero Santos Discépolo se refiere al trajinar del hombre en su camino de progreso y sabe que no es un sendero abierto, que todo logro implica lucha y esfuerzo. Antes que drama, Santos Discépolo, describe el esfuerzo individual contra una sociedad amarrada por prejuicios y traiciones, engaños y rechazos, exclusiones y perversiones.

Ante la imposibilidad de cambiar a la sociedad, el hombre individual debe dejarse engullir por ella.

Uno

Letra: Enrique Santos Discépolo

Música: Mariano Mores

Uno busca lleno de esperanzas

el camino que los sueños

prometieron a sus ansias.

Sabe que la lucha es cruel y es mucha,

pero lucha y se desangra

por la fe que lo empecina.

Uno va arrastrándose entre espinas,

Y en su afán de dar su amor

Sufre y se destroza, hasta entender

que uno se ha quedao sin corazón.

Precio de castigo que uno entrega

Por un beso que no llega

o un amor que lo engañó;

vacío ya de amar y de llorar

tanta traición…

Si yo tuviera el corazón,

el corazón que dí;

si yo pudiera como ayer,

querer sin presentir…

Es posible que a tus ojos,

que hoy me gritan su cariño,

los cerrara con mis besos

sin pensar que eran como esos

otros ojos los perversos,

los que hundieron mi vivir…

Si yo tuviera el corazón,

el mismo que perdí;

si olvidara a la que ayer

lo destrozó y pudiera amarte…

Me abrazaría a tu ilusión

para llorar tu amor…

En el escalón de los ochenta años, Jorge Luís Borges dijo: “Yo, de chico, he visto bailar con corte a dos hombres, en las esquinas. Porque ninguna mujer iba a bailar eso que era un baile infame.” Te equivocaste, ché Borges; a eso te reprocho con una frase de alguien, que sabía qué era el tango y qué era el baile; dijo de él: “El tango es una forma elegante de caminar.”

miércoles, 16 de septiembre de 2009

¡Qué susto!

Alberto era un conductor del antiguo Servicio de Salud del Cauca, quien se desplazaba por toda la geografía departamental, transportando médicos visitadores y personal de campañas de salud. En uno de estos viajes, después de quince días de ausencia, llegó a las siete de la noche y encontró que había un velorio en su casa.

Palideció, pensando lo peor: ¡Se murió mi mamá! ¡Se murió mi papá! Con angustia penetró hasta la sala donde estaba el féretro y, al frente, de pie, estaban su papá y su mamá.

-¡Papá! ¡Por Dios!, ¿qué pasó?

-¡Qui`hubo mijo! No, es que el vecino de enfrente se murió y sus familiares nos pidieron permiso para velarlo aquí, porque allá no cabían.

martes, 15 de septiembre de 2009

Plutarco Elías Ramírez

En el municipio del Patía, cabecera municipal de El Bordo, departamento del Cauca, en la república de Colombia, el 17 de abril de 1933 nació Plutarco Elías Ramírez, escritor y poeta, hijo de Mariano Ramírez y Ernestina Córdoba.

Plutarco Elías, se desplaza a Popayán a estudiar, primero en la escuela privada de Roberto Casas, luego en la escuela San Camilo regentada por los Hermanos Maristas. (Es una insistente casualidad, pero quienes fueron orientados, en su niñez por estos cultores, en su edad madura practicaron la rebeldía. Pasó con Plutarco Elías Ramírez.) Hizo sus estudios secundarios en el Colegio Champagnat, en el Liceo de La Universidad del Cauca y finalmente los culminó en Bogotá.

Su infancia fue, como luego, en la adultez, la describió:

Un día yo fui niño

Un día yo fui un niño…

Y sentí la tristeza de los viajes sin rumbo.

Yo era un niño y quería ser marino.

¡Y no conocía el mar!

Y sabía la nostalgia de las playas

cuando un barco se va,

cuando un atardecer ojos y labios

se dan un adiós,

cuando el mundo naufraga en una lágrima

porque el amor se va y no volverá.

Yo era un niño;

y tuve miedo

de mirar más allá…!

La obra poética de Plutarco Elías Ramírez está llena de desgarramientos por la época convulsionada que le tocó vivir: las décadas de 1940 y 1950 que asediaban con violencia los campos colombianos.

En su libro Lo que me dijo el pueblo, exalta el dolor de vivir, canta a la vida y hace la denuncia por el enfrentamiento fratricida en Colombia. Plutarco Elías Ramírez, adopta el discurso y sigue el camino trazado por los poetas Pablo Neruda, Maiacovski, Miguel Hernández, Walt Witman y Nicolás Guillén en contra de las guerras. Un poema lo expresa:

Un día me fui

Un día me fui de la ciudad dejando

las suelas de mis zapatos hechas polvo

sobre las calles.

Me fui cayendo a trozos y rodando.

Dejé lo que no tuve y lo vivido.

Me fui de mi mismo y de mi cuarto.

Dejé las tardes en su sitio, andantes.

Dejé las noches, agrias de candela.

Y me quedé con mis impulsos grandes,

mi barba roja y mi ruda corteza esperanzada.

Me fui desde la amada desamada.

Desde mi sexo amargo.

Y me llevé mis garras tempestuosas

y mi hambre caminante y agrietada.

Me fui desde el pasado y el presente,

con mi sola esperanza atormentada,

a vivir una vida grande y dura,

a morir una muerte dura y grande.

¡Vivir entre mi pueblo, aunque a piltrafas!

¡Morir junto a mi pueblo, aunque de rastra!

Plutarco Elías Ramirez, el poeta bordeño, vivió en eterna búsqueda y en permanente rebeldía. Escribió y publicó en 1960 su poemario, Amor entre las calles; luego, escribió sin publicar Soledades Urbanas, Cantos de la soledad y Colillas. Perseguido y encarcelado, se asila en Cuba donde estudia Filosofía y letras; continúa su labor de escritor en forma profesional y elabora una monografía sobre Colombia. La muerte aparece un 23 de noviembre de 1968; lo sorprende sin avisar. Para ese instante, Plutarco Elías Ramírez había escrito

Tu adiós

Amada:

Para el día en que dejes de amarme

¡niégame hasta el recuerdo!

Se implacable mi amor.

quítame todo,

no me des ni un suspiro de adiós,

ni un bondadoso segundo de silencio,

ni una lágrima apenas de limosna.

El día en que te vayas para siempre

no vuelvas la cabeza siquiera,

échate tierra en los ojos

y lunas y mordazas,

para no saber ya cómo me quedo.

El día en que te arranques de mis brazos

no me pidas permiso,

ni me ofrezcas adioses,

ni consueles mi angustia,

ni me demuestres futuras esperanzas.

Mirando alto, tan sólo,

ándate pronto,

muy dueña de tus pasos.

Amada:

Para el día que ya no me quieras,

niégame hasta el recuerdo,

mátame hasta en la sombra,

¡y ándate tan sólo!

lunes, 14 de septiembre de 2009

Rectificación no pedida

Lo dijo la ministra de educación Cecilia María Vélez el 1 de febrero de 2009 en el programa de RCN, “Nuestro Tiempo”, que se transmitía de 8 a 9 de la mañana los domingos, cuando se refería al concurso de cuento infantil en el marco del llamado Hay Festival:

“Los niños tienen gran imaginación pero hemos notado unas falencias. Vamos a reforzar esas falencias”.

El periodista que interrogaba, se perdió una linda oportunidad de rectificar a la ministra, en vivo. Es posible que no la oyera bien o que detentara una limitación del lenguaje, igual o mayor que la de la ministra. Aunque, para el caso, en este régimen, rectificar a un ministro no es ninguna gracia.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Lección de español

-Juanito: si yo digo no pudo haber sucedido, ¿qué tiempo verbal tengo?

-Preservativo imperfecto, señorita.

lunes, 7 de septiembre de 2009

¡Yo no tomé cerveza!

En reunión académica, fuera del colegio, unas distinguidas señoritas de al menos 13 años, aprovecharon el recreo para ir a una tienda del barrio y comprar unas cervezas. Las niñas, no acostumbradas a estas bebidas mayores, se marearon con dos botellas y hubo padres de familia que pusieron la queja a la hermana superiora del colegio, rectora de la institución religiosa.

La rectora, citó al otro día al grupo implicado en el asunto y procedió a instaurar la frágil inquisición:

-¡Primero, levanten la mano las niñas que no tomaron cerveza!

Algunas lo hicieron, entre ellas la más chiquita que aclaró:

-Yo no tomé, señora directora, pero fue porque no me quisieron dar.

Frases de borracho

“A mi nadie me obliga a comer cuando me da la gana”

“Estas ideas son sacadas de donde estaban metidas”.

Aviso

“Si quiere pan de hoy venga mañana”.

jueves, 3 de septiembre de 2009

A SU SALUD






Me piden que escriba sobre la salud. Es mucho más fácil que escribir sobre la enfermedad, así ésta sea leve, como el uñero de mi tía Ermenegilda.
La salud, como dicen los médicos, es el estado natural del ser humano. Cuando uno goza de rebosante salud le dicen los amigos que está alentado; las amigas dicen que uno está bueno y los envidiosos -que no faltan y por eso viven enfermos- que uno está aliviado, como si lo hubieran visto enfermo alguna vez.
Estar saludable es tener la posibilidad de afrontar las rumbas que programan los amigos, casi siempre con trago y sin “viejas”, o las que programan las amigas, sin trago y con viejos; es poder comer con sal lo que es de sal y con azúcar lo que va con azúcar; es trepar al “Morro” a toda pala, sin la menor posibilidad de que le dé un desmayo. Gozar de envidiable salud es, en fin, poder visitar a todos los médicos, generales y especialistas; ver cómo están de alentados, sin correr el menor riesgo de que lo receten.
Ahora, con el avance del sexo femenino en todos los campos, tenemos médicas, odontólogas, dietistas, fonoaudiólogas, bacteriólogas y afines. En mi caso, tengo una odontóloga de confianza -ni modos de decir que es de cabecera- que es la única mujer en el mundo que me produce un placer doloroso y un dolor placentero cuando la veo y, aun más, cuando me ve, con la boca abierta.
Como gozo de buena salud, no frecuento a las médicas despampanantes -que las hay en buena cantidad-, en parte porque me ponen enfermo y a veces grave, tanto que tengo que acudir a las aguas de toronjil para calmar el elevado palpitar de ese órgano que no descansa. Y eso que las veo de lejos. No entiendo por qué no están en la televisión o en la revista Soho, allí por lo menos las tendríamos al alcance de la mano diestra. No hay derecho a que las lindas médicas atenten contra nuestra salud de varones, cuando se acercan sexis y confianzudas a mirarnos las pupilas, auscultar nuestro pobre corazón deshecho, a tomarnos el pulso a punto de quedar parado y, encima, dictaminarnos que estamos con riesgo de infarto. ¡Como si nosotros no supiéramos!
Es mejor gozar de buena salud de hombre; si toca ir al consultorio médico, hagamos votos por que nos examine el veterano galeno barrigón.